Tag Archives: amor

Existen personas que no deberian de amar… Capitulo 11

jose-novelo

Samuel me cogió de la camisa bruscamente.

-¿Por qué?… ¿Por qué lo haces?- Murmuró con la voz quebrada y sollozante.

-Porque odié el día en que se cruzó en mi camino…-

“-Maldita sea, de nuevo es tarde- Salí corriendo por el pasillo de la universidad. Me pregunto si el corredor es un buen sitio para pasar el rato, había demasiados estudiantes.

¿Cuántas veces he llegado tarde a la clase del señor Francis?

¿De nuevo tarde?, ya oía la típica frase cantora y burlona. Joder, estúpido despertador, no sirve de nada. Ah no espera, el idiota fui yo, olvidé ponerle am, en su lugar puse pm. Qué hilarante suena.

Lo único que me queda es apresurar mi paso. Vamos Álvaro tu puedes. Ánimos, sí eso era, necesitaba ánimos.

Eché mi paso andar velozmente, esquivando al equipo de Fútbol americano. Malditos, no están en edad de crecer así de tosco. Bestias han de ser. ¿Y por qué las porristas deciden hacer piruetas a mitad del pasillo? Cabelleras rubias y pelirrojas golpean mis ojos.

-Hola Alva- Casi en coro. Qué molestas son, con sus voces chillonas.

-Hola Violeta, Hola Cassie, Hola Itzel, Hola Iris- sigo dándome regalías por haberme aprendido todos sus nombres, y por poder decirlos rápidamente.

Oí risillas y murmuras después de mi saludo. Las chicas no me interesan. No por ahora. Todas ellas son ruidosas y engreídas. Deseaba salir de la universidad de Galo, lo antes posible.

Rezando por no encontrarme con la ‘reina’ del instituto.

-Hola Alvarito- Maldición. Y es por eso que dejé de creer en un dios.

-Hola Rosalía- Sonreí falsamente, tratando de quitar su mano de mi corbata. Su rostro demasiado cerca me era incómodo. Ella es bella, se siente superior, ese lindo rostro no estará por siempre, aun así, Rosalía lo ignora, y piensa que todo el mundo la adora. Todos excepto yo, por supuesto. Nunca me ha interesado alguien así de patética.

-Te he dicho que me llames Rosa cariño- El olor de durazno que emite es muy fuerte, y provoca nauseas.

Sentí miradas que hicieron mi cuerpo erizarme. Tengo suerte que ninguno de esos tipejos me hayan asesinado.

-Rosalía perdóname, voy tarde a la clase de biología.-

-No se dará cuenta cielo- Me dio un beso en la mejilla. Joder, el brillo labial de sus labios, dejó pegajoso mi pómulo.

-Disculpen- Rosalía y yo volteamos a mirar. Era una linda chica, tez blanca, casi pálida, cabello castaño y unos bellos ojos azulados, es como yo describiría lo más resaltante de ella. Jamás la había visto en el instituto Galo. Rosa la miró de pie a cabeza, creo que ella tampoco le conocía.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?- Como si fuera un guardia que acaba de encontrar a un intruso en propiedad restringida.

-No sé a qué te refieres, yo siempre he asistido a este colegio- Respondió enojada, me miró unos segundos y de nuevo regresó su mirar hacia Rosalía. –Él es mi novio, te pido que le sueltes.-

¡¿Novio?! ¿Qué demonios estaba diciendo esa pequeña?, sí pequeña, demasiado baja de estatura. De seguro es como Iris y Violeta, contando a todo el colegio que yo salgo con ellas. Puras mentiras de chicas necesitadas.

Rosalía me miró, divertida rió.

-Sí claro bajita, alguien como él jamás saldría contigo. Tendrás bello rostro, pero dáte cuenta que es lo que tiene a mi lado.-

No sé qué intenciones tenga esa chica, aunque me moleste admitirlo, es preferible en estos momentos seguirle la farsa. Espero por su bien que se dé cuenta que Rosalía jamás se lo perdonara.

-Basta Rosalía, es verdad ella es mi novia- Hice un lado a Rosa y tomé de la mano a aquella joven.

-Gracias, hasta ahora me defiendes Álvaro.- Ella me abrazó. Espera… ¿dijo mi nombre? ¿Cómo diantres lo sabe?

No tarde en pensar que ella era igual a las demás. Otra acosadora en mi vida.

-Dime que esto no es verdad Crowley- Rosalía, miraba con cierto desprecio a la chica. Temía que me preguntase su nombre. Podría inventar uno, y claro ella seguiría el juego, pero si Rosa investigara sobre ella, lo lamentaríamos los dos.

-Es la verdad- Correspondí al abrazo, sentí como su cuerpo se estremecía. Al final me arrepentiré, lo sé. En estos momentos ella es mi único escape.

Rosa molesta continuó su camino.

-Te debo una- Le sonreí y la dejé de abrazar. Sentí como ella se aferró a mi espalda. Tenía los ojos cerrados, los apretó haciendo una mueca de pequeña.

Me resigné, tenía que hacer lo mismo que hacia cuando Iris me abrazaba.

La tomé de la barbilla y besé su mejilla. Sería muy problemático que me amase. Nunca te correspondería. Pensé

Ella con ojos acuosos sonrió.

-Perdona pequeña, pero llego tarde a una clase, te veré luego- Creí que me desharía de ella. Creí que jamás le volvería a dirigir la palabra.

-¿Iras a la clase del señor Francis?- Dijo calmadamente siguiendo el ritmo de mis pasos.

-¿Eh?, si así es. ¿Cómo lo sabes?-

-Tenemos el mismo horario Álvaro- Siguió avanzando mientras yo me detuve en seco. ¿Desde cuándo ella era mi compañera? -¿Qué ocurre?- Preguntó sorprendida.

-Lo siento, no recuerdo haberte visto en las clases.- Ella me sonrió, y me tomó de la mano. –No destaco mucho.-

Dejándome llevar por todo el pasillo, pude escuchar muchos murmureos. Debí de haberle soltado de la mano, pero aún seguía anonado.

Abrió la puerta del aula. El señor Francis aún no estaba presente.

-Valeria pensé que no regresarías, saliste sin avisar.- Se acercó una joven de tez morena y grandes ojos marrón. Cabello negro y lacio amarrado por una liga. Su nombre era Carolina, a ella sí que le conocía. O bueno, por lo menos sabía de su existencia en esta clase.

-Lo siento- Rió disculpándose.

-Bueno eso no importa, pero dime algo, desde cuando te llevas tan bien con el príncipe.- Nos albureó y sonrió pícaramente. Joder seguía tomando su mano. Valeria la soltó rápidamente y agachó la cabeza.

-Lo conocí hoy- Sus mejillas se tornaron carmín.

-Disculpa, ¿me llamaste príncipe?- Pregunté ignorando la reacción de la pequeña.

-Así es Álvaro, supongo que no te has dado cuenta de tu apodo.- Respondió Carolina

-Lo siento, no presto mucha atención.-

-Si me he dado cuenta de eso, de ahí tu apodo, príncipe. Eres el tipo soñado de casi todas las chicas de Galo.-

-Ya veo.-

La morena sonrió, era la primera vez que hablaba con ella.

-Valeria ¿por qué saliste?- Le preguntó.

-Bueno… faltaba alguien en la clase, el señor Francis le advirtió a Álvaro suspensión si volvía a entrar tarde. Sólo me preocupé-

Ahora que lo pienso, gracias a ella me liberé de Rosalía. Es cierto que le debo una.

-Pudiste a verme dicho, el señor Francis me avisó ayer que faltaría, te pudiste haber ahorrado la búsqueda del príncipe, y esperar que llegase.-

-¡Pero si no, ella lo hubiese…! Perdón- Bajó la voz avergonzada. Carolina se sorprendió un poco. – Si no hubiese buscado quizás nunca habría tenido la oportunidad de conocerle.-

Me sorprendí un poco por su respuesta. Muchas chicas se acercaron a mi sin ninguna estrategia, otras tropezaron intencionalmente conmigo, pero ella, ella esperó una oportunidad. Por un instante me conmovió.

-Bueno no es una excusa muy válida, pudiste haberle hablado como lo hago yo ahora.-

-¡Pero!… Lo sé…- Si dejara de ser tan ruidosa y escandalosa, podríamos haber sido amigos.

Carolina sonrió divertida. Conversamos un poco. Valeria tomaba más confianza a cada palabra.

-Caro ¿vienes?- Le invitaron un grupo de chicas y chicos. Ella afirmó y se despidió. Dejándonos solos.

-Álvaro, lo siento, fui un poco atrevida.-

-¿De qué hablas? Gracias a ti me libre de un ser comido vivo.- Valeria soltó una risilla.

-Tu rostro demostraba que no querías, pero igual no debí…-

-Gracias- La interrumpí. –Mi nombre es Álvaro Crowley aunque creo que no hace falta presentación, es un placer.- Le extendí mi mano.

-Valeria Hoffman, el gusto es mío.- Estrechamos nuestras manos y compartimos una sonrisa.

Quizás mi error fue ese. Ser amable con ella por un simple acontecimiento.

Ella volvió un desastre mi vida. Todo el tiempo, ella quería estar cerca de mí. Alejó a la mayoría de mis acosadoras, pero en cambio, se volvió todas ellas en una sola.

La detesté, odié su manera de ser. Fingía una sonrisa de agrado por su presencia, siempre me molestaba con tonterías de toda una cría. Lo dejaba pasar ya que nunca me importo la gente estúpida como ella.

A pesar de ser consciente de sus sentimientos, nunca le di importancia.

Lo peor de todo era que estaba metiéndose en mi vida. Era torpe y escandalosa. Sin embargo me sorprendía cada que intentaba llamar mi atención. Llamadas, mensajes, cartas, avales, indirectas, miles de excusas para hablarme o para discutir.

Era divertido, pero aun así me molestaba. Quería deshacerme de ella lo más pronto posible. Pero quería que se diera cuenta de todo mi enojo reprimido. Quería que sufriera, porque la odiaba.

Odiaba que su amabilidad penetrara mi barrera. Mi muro… aquel que me ayudó a no volver a querer… Ella lo estaba logrando, estaba haciéndome sentir calidez. Tenía que hacerla desaparecer, dándole a entender mi odio, para que nunca se me acercara.

Creí que nunca lo lograría hasta que el día finalmente llegó.

-Tú me gustas- Soltó de repente agachando su pálida cara con toques de ruborización excesiva.

Era por fin mi momento de alejarla de mí, destrozar su pequeña mente con crueles palabras y demasiado desprecio. Todo lo que alguna vez encerré en mi mente y que siempre le quise decir saldría por primera vez.

Sin embargo, aún agachada, puede divisar como caían unas cuantas lágrimas de su rostro esperando una respuesta. Contuve aquellas palabras que esperaba decirle.

Sonreí para mis adentros. ¿Realmente me amaba?

Interesante. Pensé.

La abracé para finalmente susurrarle. –Lo mismo siento por ti-“

-Si ella nunca hubiese interferido, sería tuya- Caminé en dirección recta, dejando a Samuel, anonado.

Sentí una mirada, no era la de él, era una mirada de unos ojos azules, una mirada triste y llorosa. Tu mirada Valeria.

CONTINUACION….

 

ABRAHAM ROCHA RDZ

Existen personas que no deberian amar…capitulo 10

img_0696

Con los primeros rayos del sol, desperté. Perezoso fui a la habitación de Lisandro, yo era su despertador personal.

-Lisandro- Toqué la puerta varias veces. Por lo general, me respondía a la primera llamada. Esta vez no lo hizo. Claro, suponía que estaba molesto aún. No comprendí sus palabras de ayer, por ende, no pude disculparme.

Cansado y adolorido de mis nudillos, decidí abrir la puerta rechinante. Me detuve unos segundos, pues aún no sabía qué es lo que le diría para que todo fuese como antes. Realmente se le veía molesto y me preocupaba.

Me senté de espaldas a la entrada. Sostuve mi barbilla. Lo único que impregnaba en mi mente, eran sus dolidas palabras.

Por más que lo intentara, no podía comprenderlas. ¿Por qué te enfocas en rechazar la felicidad? ¿Dónde quedó esa ardua sonrisa? ¿Dónde quedó la persona que admiraba? ¿Querían decir que yo era transparente ante sus ojos? Pero no tenían mucha relación… Yo era feliz provocándote dolor. Mi sonrisa, ante la mayoría, era muy real. ¿Admirarme? ¿Él me admiraba?

Quise ordenar mi caótica mente. Debía concentrarme en como pedir perdón. De nuevo. Aunque no entendía ¿de qué tenía la culpa?

Decidido por fin, abrí la puerta, esperando que las palabras surgieran solas sin tener que prepararlas con anticipo.

Para mi sorpresa, él no se encontraba. La cómoda estaba perfectamente tendida. La ventana abierta, como era costumbre cuando él se levantaba.

Bajé a la cocina, todo estaba en orden, igual que la sala de estar. Los deberes de la casa ya estaban hechos. Impactado, traté de buscar una nota, que dijera por qué no estaba.

Fue un total fracaso, ninguna nota dejó pegada, o siquiera abandonada en la mesa.

Sonó mi celular, lo cogí para poder ver de quien provenía la llamada. Era él.

-Lisandro ¿dónde estás?-

-Tranquilo Alva, sé que no soportas mi ausencia- Me dio una ligera sensación de despreocupación al ver que él actuó como de costumbre. –Tu prima, Emilie, llamó en la madrugada, al parecer su vuelo salió más temprano, quería que tú la pasaras a recoger ya que vino a visitarte. Pero estabas muy dormido y no quise molestarte, así que le propuse ir yo, ella aceptó. En estos instantes estamos almorzando en un restaurant. No recordaba a tu prima tan hermosa… ¡oh! Qué tierna, se sonroja…jajaja, bueno sólo llamaba para avisarte, llegaremos en unos momentos, adiós-

-¡Oye espera! ¿Por qué la casa está tan limpia?-

casa

-Eso es porque anoche me sentí mal por lo que te dije, no es mi asunto, lo siento por involucrarme, como no pude dormir enseguida, me dispuse a limpiar un poco, y que bueno que lo hice, tu prima irá y no quieres que vea tu desorden ¿verdad?- Pude oír una pequeña carcajada. Menos mal, Lisandro no estaba furioso.

-Vale, los espero- Colgué.

Recosté mi flojo cuerpo sobre el sofá. Miré para el techo. Blanco, un color tranquilizador para muchos. Para mí es aburrido y sin gracia, que emite luz de más.

Comencé a recordar la apariencia de mi prima, lo vago que recuerdo, era cuando ella tenía 15 años, yo tendría cerca de 19 años. Ahora Emilie, tendría 17 años.

Maldito Lisandro, espero y no intente nada, recuerdo cuando la conoció, parecía un pedófilo cada que la veía.

Me sorprendía su tan repentina visita de Emilie, me frecuentaba muy poco, una vez cada año. Bueno sería agradable volver a verla.

Decidí meterme a la ducha, quería relajar mi tenso cuerpo para poder llamar a Katherine.

El agua de la fría regadera de metal, era una severa tortura. Pero relajaba mi hirviente cabeza.

Cerré mis débiles ojos. Y apareció ella. Tan bella como la recordaba. Su piel blanca y cálida. Su dulce sonrisa. Esos bellos ojos miel. El suave aroma embriagante que emanaba su delgado cuello. Su elegante cabello castaño, radiante como finas hebras de sol. La armoniosa voz, fina como un ángel caído, cantando con un ligero toque melancólico. Sus delgados dedos que siempre tocaban mis mejillas.

No pude evitar soltar unas cuantas lágrimas. Era lo peor. Emilie era la viva imagen de mi madre.

Inhalé agitadamente y contuve el sollozar. No quería volver a sentir mis ojos hinchados. No de nuevo esa sensación de ardor.

Camine hasta mi cuarto, cabeza abajo. Tratando de controlarme a la hora de ver a Emilie.

Me vestí lo más apresurado posible. Unos pantalones y una playera negra.

Baje a la habitación principal esperando a mi prima. ¿De qué hablaríamos? ¿Cómo luciría ahora? ¿Será la misma de siempre? Fueron preguntas que invadieron mi cabeza.

Me desconcerté al oír el tono de mi celular.

-Al habla Álvaro- Contesté sin revisar el número procedente.

-Hola Alva, soy Katherine, ohm… tengo que hablar contigo, ¿podríamos reunirnos?-

-Oh, lo siento Kate, no podre, tendré visita. ¿De qué quieres hablar?- Pregunté en tono preocupado. Sin embargo, tenía una vaga idea sobre el tema.

-Bueno, es algo muy importante… sobre… ya sabes…- Se notaba nerviosa. –El beso- Susurró.

Me sorprendí un poco, su tono era igual de inocente. No podía afirmar nada, no sin antes conocer la relación que tenía con Samuel, después de todo ella podría estar fingiendo.

No me quedaba más que seguir actuando.

-Oh… Podríamos hablarlo mañana-

-¡Por supuesto!- Emocionada gritó. Eso me dio un aire de desconfianza. Tenía que tener cuidado. Samuel aclaró algo cuando nos vimos, él aún no terminaba de mover. Cualquier cosa podría pasar. Quizás sea una trampa por parte de él.

Llevarme con Katherine para mostrarte mi infidelidad. Entraba esa posibilidad. Era una treta muy fácil de adivinar.

-Perfecto, yo te aviso la hora- Colgué. En ese instante, se escuchó la perilla abriéndose de la puerta. Era Lisandro entró, pero no pude ver a Emilie con él.

Me miró unos segundos y sonrió.

-Tranquilo, Isa la secuestró- De manera natural y sarcástica agregó.

Suspiré y aflojé la espalda. Salí junto con Lisandro, para contemplar como Emilie, era cruelmente torturada por abrazos y cumplidos.

-¡Oh mi hermosa princesa! Mira tu bella carita, pareces una muñequita a punto de romperse.-

-No digas cosas tan vergonzosas, ya no soy una niña- Su voz tan delicada sólo hacía que Isa gritara como una mamá viendo a su hijo de preescolar recitando un poema. –Álvaro… Ayúdame- Casi susurrando alzó su frágil mano pidiendo auxilio.

Sonreí al ver que ella no había cambiado. Caminé hasta ella e Isa. Pero me detuve sintiendo un dolor en mi pecho, como una espina brotando apresuradamente.

Su mirada…. Su mirada, la misma de aquella mujer amable… Sentí frío.

“Álvaro te quiero tanto.” Esa frase se escapó de mis recuerdos.

Sacudí mi cabeza, hice un gesto de reproche y tomé su suave mano, apretándola.

Ella me miró y sonrió al ver que estaba mejor. Emilie sabe qué recuerdos me trae el sólo verla.

-Ha pasado tiempo prima- Le devolví la sonrisa.

-Demasiado- Contestó.

-Bueno dejemos a la familia un rato en su encuentro- Isa le soltó para que pudiésemos saludarnos. Ella y Lisandro se adentraron a la casa.

Sintiéndose libre, Emilie me abrazó tiernamente riendo. Como lo pensé, era el mismo aroma. Débilmente alcé mis manos y rodeé su espalda. El simple contacto con su piel me daba tranquilidad.

 

A veces odiaba el existir de Emilie, recuerdos dolorosos me empreñaban, pero también me alegraba poder recordar dulces momentos.

-Gracias por venir- Quité su cabello de su rostro, y besé su frente. En el momento escuché el sonido de una bolsa caer.

-Tenía razón…- Reconocí tu voz en el instante… Miré hacia el frente, te encontrabas agachando tu rostro con tu mano en la boca. Tu cabello te cubría. Pero en el piso se marcaban las gruesas lágrimas que soltabas. –Debí creerlo cuando me lo dijo… ¡Soy una idiota!- Saliste corriendo limpiando tus ojos.

Emilie no me preguntó nada, pero su simple mirada lo decía todo, quería saber quién eras.

-Espera aquí- Le dije tocándola de los hombros, separándola del abrazo. Ella sólo asintió con la cabeza.

Le sonreí y corrí en tu dirección. Me detuve y sujeté el poste, grité tu nombre. Volví a correr.

-¡Valeria!-

Te perdí de vista ante aquella multitud de gente. Así que después de todo Samuel habló, idiota.

Regresé a paso lento. Emilie se encontraba sentada en la banqueta. Preocupada alzó la mirada y se levantó.

-¿La alcanzaste?- Preguntó forzando su voz.

-No- Contesté agitado – Ella es mi novia- Aclaré –Ha malinterpretado nuestro abrazo-

-Lo siento- Su ojos se tornaron tristes y acuosos.

-No tienes la culpa- Toqué su cabeza para calmarla. –Ven vamos adentro, que quiero que dejes tus maletas porque es mi turno de pasear contigo- Le sonreí, odiaba verla triste.

-Sí- Agregó débilmente.

Metió sus maletas en mi habitación. Bajamos a la sala para irnos a la plaza comercial con Lisandro e Isa.

Maldito Lisandro, nadie lo invitó. Daba igual, Emilie se sentía feliz.

Isa no paraba de hablar con mi prima en todo el camino, Emilie escuchaba atentamente regalando su tierna sonrisa, ella sólo hablaba pocas veces.

Paseando de tienda en tienda, desesperado por la cantidad de ropa que Isa escogió para Emilie.

Lisandro sólo sonreía por la tan grande paciencia de Emilie. Isa no sabe diferenciar una muñeca de juguete con un ser humano.

-Emi ven- La jaló del brazo con delicadeza hacia otra tienda, esta vez de ropa interior. Pude notar lo colorada que Emilie se tornó.

Lisandro y yo esperamos sentados en una banca, frente a la tienda. Viendo como Isa escogía múltiple lencería. Doy gracias que la naturaleza optó por hacerme hombre.

-Lisandro… ¿Qué fue lo que hiciste cuando Dulce pensó que la engañabas con Karen?-

Él me observó y confundido inclinó la cabeza hacia el lado izquierdo.

-¿A qué viene esa pregunta?-

-No me esquives con otra.- Le rogué.

-Terminé con ella- Pensó unos segundos y apoyó su mejilla en sus nudillos. -¿Qué ocurrió esta vez con Valeria?-

-¿Por qué piensas que ocurrió algo?- dije molesto.

-Tú nunca te has interesado en mis relaciones- Agregó rápidamente sin dejar de observarme irónicamente.

-Bueno está bien…  Ella malinterpretó cuando me vio con Emilie, yo la estaba abrazando y ella llegó, entonces…-

-Oh por eso gritaste su nombre- Me interrumpió.

-Sí- Apagué mi voz. ¿Por qué me sentía tan mal? Quizá se deba a la expresión de mi prima al creer que ella fue la culpable. Tal vez esa fue la razón de querer aclararte todo.

-Álvaro… Esta vez tú no tienes la culpa, Valeria tuvo desconfianza, eso ocurre en las relaciones, incluso en aquellas donde fluye mucho el amor.-

-Entiendo- Lisandro me dio tres golpecitos en la espalda.

-Ánimo hombre, veras que se arreglara- Me limité a sonreírle por sus palabras consoladoras.

“Debí creerlo cuando me lo dijo” Esa oración se adentró en mi mente. En tan cortas palabras, me afirmabas tu desconfianza. Si habías venido a verme fue porque dudaste por segundos.

-¡Listo! Miren que monos pantis- Llegó Isa mostrando una lencería con encajes rojos de bellos bordados.

Lisandro y yo nos regresamos a ver. Pude notar sus mejillas rojas y que se diga de las mías. Sentía la cara hervir.

-¡AH! ¡Eso es vergonzoso Isa!- Emilie intentó gritar, trató de quitarle la prenda sin mucho éxito. Nunca había observado a Emilie tan colorada. Estaba temblorosa, creo que eran muchas emociones para ella en esos momentos. –Oh… Álvaro….-Señaló hacía atrás de mí.

Giré en dirección a la que ella apuntaba. No podía creerlo, eras tú, abrazada de Samuel. Era fácil adivinar que estabas llorando y por supuesto ese idiota tratando de consolarte.

Sentí un dolor punzante en el pecho… Este no era mi plan. Me desconcerté un poco cuando sentí el contacto de una cálida mano.

-Vamos- Emilie tomó mi palma e hizo que me levantara. Isa y Lisandro no dijeron nada, permanecieron quietos, dándome a entender que debía ir.

Caminé agarrado de la mano de mi prima. Ella avanzaba calmadamente. Yo sin embargo, tenía un poco de nervio, no sabía que decir, Samuel podría decirte lo de Katherine.

-Tranquila, todo estará bien desde ahora-

-No… No lo estará fui una tonta…-Tus palabras y las de él fueron más intensas a cada paso que Emilie y yo nos acercábamos.

-Buenas tardes- Dijo ella en tono suave.

Volteaste a verla, y por acto de reflejo, miraste como sujetaba su mano.

-Qué cruel…- dijiste en voz quebrada.

Samuel se paró en frente tuyo, con los brazos cruzados.

-¿No es suficiente lo que le has hecho? Todavía vienes a mostrar tu infidelidad-

-Por favor…. Cállate…- Emilie apartó a Samuel y te tomó del brazo, jalándote delicadamente. –Soy su prima… Un placer conocerte- Sonrió dulcemente. –Puede que no lo creas… Confieso que ni siquiera tengo un plan para que me creas…- Emilie agachó su mirada.- Lo siento has de pensar que soy molesta…Pero… ¡Álvaro es mi primo, casi mi hermano!- Te miró nerviosa.

La miraste unos segundos, limpiaste tus ojos. Notaste que ella tenía un ligero parecido hacia mí. Samuel quedó atónito, no supo qué decir, no esperaba tal acción por parte de Emilie.

Lisandro llegó, pocos segundos después.

-Créele Valeria, dice la verdad, esta pequeña, es la prima de Álvaro, puede que sea demasiado hermosa como para creerlo, pero…-

-¡Lisandro!- Gritó Emilie sonrojada y muy nerviosa.

-Lo siento… Lo siento.- Dijo Lisandro sonriendo.

Quise regresar a ver a Samuel. Quería ver su cara, era lógico que las llevara de perder.

-Lo siento- Fue lo único que dijiste.

Este era el momento, el momento en el que por fin perdieras.

-Emilie, Lisandro, ¿me podrían dejar a solas con Valeria?- Emilie movió la cabeza afirmando. Lisandro tomó del hombro a Samuel.

-Creo que eso aplica para ti también- Agregó

-¡Valeria él te fue infiel!- Gritó. –Por Dios no seas tan estúpida date cuenta- Se sobresaltó un poco. Desesperado porque le creyeras.

-Tienes razón… Debí darme cuenta que aún persistes con querer separarme de Álvaro- Firmemente le aclaraste.

-Y lo logró- Dije con una voz fría y nostálgica. Lisandro, Emilie y tú, regresaron la mirada así mí, sorprendidos por mis palabras. Samuel anonado cayó de golpe sobre la banca. Él sabía que había perdido.

-Nos retiramos- Emilie jaló a Lisandro de su manga junto con Samuel, este aceptó sin mucho esfuerzo, y se marcharon.

Tú seguías mirándome fijamente.

Nada puedo hacer… Lo siento Valeria, aquella tarde un pensamiento se quedó en mí, cuando hablaste de Samuel, tu voz dudosa fue fácil de percibir, quise ignorarlo y en un instante, hice que desapareciera. Yo nunca quise este final para los dos… Siempre lo supe desde el fondo de mi corazón, terminar contigo sería lo mejor. Aún si había dolor, lo prefería de esa manera, aunque me reusé a esa decisión muchas veces. No podía hallar un buen momento para hablar. Créeme que le sonrío al pasado que yo tuve a tu lado, pero me temo que esto es el final. Mi alma está en pedazos no lo niego, dime si no te diste cuenta que en coincidencias supimos que el destino jamás no quiso unir. En nuestra relación no había nada más que hacer, entre mis manos yo deje tu amor desfallecer. Así fue como nuestra relación se fue apagando más nada pude hacer, en mi mente llueve un mar de emociones que no puedo hablar. Si tan sólo una vez pudiese volver a nacer, desearía encontrarme contigo de nuevo, aunque la historia se repita de nuevo, sería feliz, por eso, no queda nada que hacer.– Nunca me había cansado de hablar tanto y peor, tener que inventar cada palabra mencionada.

Me alejé de ti sin siquiera permitirte decir algo.

-Álvaro… lo siento- Pude oír el llanto que estabas reprimiendo. En verdad eres ruidosa y molesta, pero sobretodo eres una sollozante de primera.

Emilie y Lisandro se encontraban conversando con Isa. Antes de reunirme con ellos, decidí saludar a Samuel, quien se encontraba sentado cerca de la fuente.

-Sami, ¿Qué ocurre?- Me senté junto a él. No hubo respuesta – Te dije que te estabas arriesgando ¿verdad?- Le dije como si estuviese hablando con un infante. –Bueno alégrate hice lo que querías, terminé con ella. Sólo que… ¡Sorpresa! ella piensa que es la culpable por haberte hecho caso- Le sonreí.

Por instinto sabía que el intentaría golpearme, lo esquivé y él sólo quedó agachado, llorando. Un llanto en silencio.

Es tu derrota Samuel, Jaque mate…

CONTINUACION…

COLABORACION: ABI DLT, RO GARCIA & ABRAHAM ROCHA RDZ

 

Existen personas que no deberian amar… Capitulo 9

wp-1477882742758.jpg

Han pasado ya dos semanas y Lisandro aún no muestra señal de dejarme solo.

Lisandro ¿Cuándo te iras?- Le pregunté mientras sorbía de mi taza un delicioso café con canela.

¿Me estás corriendo?– Mostró una tierna cara de melancolía y tristeza. Demasiado falsa para mí gusto.

Te mentiría… Pero creo que sería muy obvio

Vamos no seas cruel– Revolvió mi cabello como si fuese el de un chiquillo. Me estaba acostumbrando a tal acción.

Bueno… Por lo menos deberías hacer algo y ayudarme en la casa

¿Ayudarte?… ¿Es broma verdad?– Hizo un gesto de disgusto y enojo. – ¿Quién es el que hace el almuerzo, comida y cena? ¿Quién te lava y plancha? Para no hacerlo largo ¡¿Quién hace los deberes de la casa?!- Se cruzó de brazos y me miró esperando una respuesta muy predecible.

Tú.– Dije casi en un susurro. Odiaba que tuviera la razón. Con él en mi casa, era como tener una segunda Isa.

-Oye Alva… ¿Cuánto llevas saliendo con Valeria?

¿Eh? ¿Por qué de repente la pregunta?-

Nada, es simple curiosidad.

Siete meses– La verdad me daba igual. No me importabas. Esa carta tan ridícula, era la prueba de que ya no necesitaba esforzarme más. Debí haberla guardado, para publicarla como una broma en un periódico.

Oh ya veo– Sonrió y dejó escapar una risa un poco leve. -Sabes pareciera que no la quieres…

Eso último me dejó pensando. Algunos se habían dado cuenta de que yo no te quería. Por ejemplo Samuel, aunque yo le tuve que decir. Y tus pretendientes celosos lo decían para que me dejases. Pero siempre traté de que delante de otros pareciese que yo te amaba. ¿Por qué Lisandro diría eso?

No supe qué decir y él lo notó.

Olvida lo que dije.- Agregó y se marchó rumbo a la cocina. Dejándome pensativo e intrigado.

Sonó el timbre de la casa. Esperaba y rogaba que no fueras tú. Últimamente tu presencia era más frecuente y eso me molestaba. De suerte que Lisandro me ayudaba de cierta manera, claro si eso se le puede llamar ayuda.

“-¡Él es mío elfa!-

-¡¿Qué es eso?!-

-¡Lo que tú eres!-

-¡Álvaro!-

-¡AH! No lo toques él es mío, ¿no ves que vivo con él? Es señal de nuestro amor-

-¡Joder! Álvaro no es homosexual-

-Eso es lo que te dice-“

Eran las típicas conversaciones que ustedes tenían cada que se veían. Tú y él eran irritantes. Sin embargo, Lisandro colaboraba de cierto modo en mi plan. Me ayudaba a unirme más contigo.

Abrí la puerta y era ella. La hermosa joven de tez blanca y ojos griseados. Con un hermosa sonrisa angelical. Vestía un blusón largo color hueso y un pantalón corto de mezclilla. Llevaba encima de su cabeza un pequeño sombrero blanco. Al parecer no le había ayudado mucho pues sus mejillas estaban rojas por el arduo sol. Su largo cabello iba amarrado en cola de caballo y unos cuantos mechones de fuera.

-Álvaro– Dijo casi en un susurro. Parecía agotada.

Katherine, qué sorpresa tan grata– Abrí más la puerta para que ella pudiera pasar.

Oh…espera… Mira quien ha venido conmigo. – De entre sus pantorrillas salió un pequeño cachorro bastante familiar.

¡Moka!– Agaché mi cuerpo para poder acariciarlo. Ladró sutilmente, él aun me reconocía. Se dejó mimar por mi mano y parecía agradarle.

Moka tenía ganas de ver al señor que lo nombró.

-Dijiste que pensarías otro nombre.– Le regalé una sonrisa.

No, usted le puso ese nombre y es muy lindo

-¿Ahora me vas a llamar de usted?- Me burlé un poco de ella

-¿Prefieres señor Álvaro?– Aclaró desafiante y un poco divertida.

Puedes llamarme como quieras.– Ella se sonrojó y me miró dulcemente.

-Emm… Me preguntaba si quisieras salir a pasear a Moka… Ya sabes como amigos.- Titubeaba. Me encantaban sus acciones a la hora de hablar. Nerviosas y tímidas, todas ellas mezcladas en esa bella mujer.

Si Katherine se me hubiese cruzado antes que tú, tu historia y la mía serian diferentes. Es una pena que llegó demasiado tarde. Aunque confieso que me he divertido mucho, mi querida marioneta.

-Claro, me encantaría.

¡Estupendo!

Espera sólo un momento.

Fui directo a la cocina a avisarle a Lisandro sobre mi salida. Él solamente asentó sin decirme una palabra. Lo curioso y extraño fue su manera de mirarme, triste con un poco de enojo.

Que te vaya bien.– Agregó en sonante frío e inexpresivo.

Gracias… Creo.

Moka llegó a mi encuentro, salimos los tres hacia el lugar donde nos conocimos. Katherine corría de un lado a otro, sujeta a mi mano.

Su sonrisa era un cantar en mis oídos. Sus pupilas se dilataron. Recordé sobre una información con respecto a eso. El artículo decía que las pupilas se dilatan para dejar pasar más cantidad de luz, sin embargo, también afirmaba, que cuando observas a alguien que te resulta atractivo físicamente la glándula pituitaria estimula la segregación de adrenalina. Eso quería decir que Katherine me estaba mirando como su otra presa.

 

Admitámoslo, esta chica debió haber tenido novio alguna vez.

Moka comenzó a ladrar hacia un arbusto y salió corriendo rumbo al mismo.

-¡Moka espera!- Los dos lo perseguimos. Era muy rápido.

Katherine tropezó con una piedra y para intentar detener su caída, tomó mi manga haciéndome caer junto con ella.

¡Joder! Vaya que dolió. Su cuerpo, ahora encima de mí, no era nada ligero.

Hizo un gesto de dolor, apretó la comisura de sus ojos. La mueca de su boca era alargada. Sus pequeñas manos sostenidas en mi pecho, su cabeza sumergida en el mismo, me dieron ternura.

Abrió sus ojos.

Auch…-Exclamó débilmente. –¡AH! Perdón Álvaro- Intentó levantarse. Rápidamente la detuve jalándola del brazo.

Mis ojos se cruzaron con los de ella. Su respiración se oía más agitada. Y como se hubiese sido magnetismo, besé sus frágiles labios.

Tal como lo pensé, ningún sabor, todo era escrupuloso. Destacó que su beso era inexperto. Apretaba y aflojaba los labios constantemente.

Disgregando pausadamente ese beso tan frívolo, ella agachó la cabeza. La ruborización le quedaba bastante bien.

Me pregunto si al desecharte como juguete ella podría tomar tu lugar. Es igual de ingenua que tú. Exentando el hecho de que Katherine es menos ruidosa, por ende, es menos molesta.

Álvaro… Yo…

Te quiero– Besé su frente. Ella me abrazó tímidamente.

Caminando, ahora tomados de la mano. Su mano temblorosa sólo provocó que la sostuviera con mayor fuerza.

No dijimos nada, el trayecto fue callado. Quizás también pueda jugar con ella. Con mi peón.

Horas y horas pasaron, platica tras platica se dio. Gente deambuló. El crepúsculo del sol se hacía presente.

Álvaro me tengo que ir, gracias por este magnífico día– Se despidió dándome un beso en la mejilla y corrió con Moka entre sus brazos.

Retiró lo dicho, era muy inocente.

Caminé rumbo a mi hogar. El viento soplaba más de lo normal en esta ciudad. Las hojas de los arboles emitían un leve sonido.

-Sabes… Eres un desgraciado y te tengo tanta lástima.- Comentó una persona sentada en una banca.

¿Quién? Acercándome un poco para apreciarlo mejor debido a la poca luz, me di cuenta quien era.

Samuel, mi querido amigo, tanto tiempo sin verte.- Le extendí la mano. Lógicamente, él la esquivó.

-No puede haber otra persona más hipócrita que tú.

-No lo sé, hay tanta variedad en este mundo.- Me senté a su lado. Él sólo me miró con desprecio.

Álvaro… ¿qué dirías si acepto tu propuesta de jugar?

¿Huh? Pensé que no querías ser parte de este “juego”.-Sonreí por el simple hecho de ver su incredulidad.

Digamos que estudié un poco tus reglas, noté que eres muy predecible.– Me miró con cierto aire de confianza –La chica es muy linda, es una pena que no sea tu pieza.

¿Qué estaba diciendo?

-¿Qué chica?

Álvaro estás cometiendo un error, mi turno de mover aún no termina ¿no crees?– Se levantó de la banca, dejándome aturdido y bloqueado.

Katherine…– Susurré.

Samuel se detuvo y pude notar su gran sonrisa.

Correcto mi querido amigo Álvaro.– Fingió mi voz en tono burlón.

Lo miré de manera desafiante. No borraba esa alegría de su rostro.

Me has sorprendido, no me esperé truco tan barato. Te estás arriesgando Samuel, si ella se entera, los dos perderemos.-

-Es probable, sin embargo, estaré satisfecho de no verla a tu lado idiota, dos pueden tener a merced a alguien…– Por fin se alejó, sin esperar a que yo hablara. Me dejó en la fría penumbra. ¿De dónde le conocía?

Pensando y moviendo las pupilas de un lado a otro, tome una decisión definitiva. Este idiota me hizo apresurarme. Realmente me lamentaba, pero si no la elegía, todo se ira por la borda.

Pero espera… detuve mi nerviosismo. ¿Qué pasaría si él continua moviendo? Después de todo, yo fui el que pidió que lo hiciera.

Si Katherine no es mi pieza, entonces haré que lo sea. Pensé.

Caminando por esa calle tan agrietada, percibiendo el olor de cigarrillos por esa banda de adolescentes, lastimaba mis fosas nasales e hinchaba mis ojos de comezón.

Llegué un poco cansado, el parpadeo que tenía por la lucha de sacar residuos de polvo, era frío. Sentí las manos heladas.

-¿Por qué tan tarde?- Preguntó Lisandro arqueando las cejas.

¿Qué eres mi mamá?- Me senté cerca de donde él estaba.

Valeria llamó cuatro veces, dice que no contestabas el móvil. ¿De qué va esto Álvaro?– Cruzó los brazos, como una madre furiosa después de que su hijo llega a altas horas de la noche.

Se descargó– Con ironía respondí mostrándole el celular. Me quedé pensativo, ¿Él se estaba molestando por mi hora de llegada o por el hecho de no contestarte?

Me sacó de pensamientos cuando se acercó viéndome muy enojado. Suspiró y cerró los ojos sin dejar de fruncir su ceño. Volvió a verme, pero está vez parecía decepcionado.

-Es triste ¿no?– Agregó retomando su postura, volviéndose a sentar en el sofá.

¿De qué hablas?– No podía estar más confundido.

¿Por qué te enfocas en rechazar la felicidad? ¿Dónde quedó esa ardua sonrisa? ¿Dónde quedó la persona que admiraba?– Se levantó del sillón y se alejó.

¿Qué le ocurría? Nunca lo observe tan molesto.

Recordé entonces lo que dijo, habías llamado. Marqué a tu celular desde el teléfono de casa. Espere paciente a que respondieras.

 

Álvaro, ¿Por qué no contestabas idiota?– chillaste, es bueno saber que Samuel no se ha comunicado contigo pese al tiempo que transcurrió.

Disculpa se agotó la pila del móvil

-Bueno no importa amor, quería decirte que este viernes… Bueno ya sabes…– Reíste de manera infantil, me dio ternura y sonreí… Maldición no de nuevo.

Claro Valeria, es el cumpleaños de mi princesa– Susurré al teléfono, eso te causaba cosquilleo en la oreja.

¡Eso es vergonzoso!– Gritaste con un quejido.

Adoro que lo hagas.-

¡Calla, calla!, ¡Ah! ¿Cómo es posible que terminara así?– Parecías molesta y nerviosa. –Antes de que empeore las cosas, sólo quería recordarte la fiesta que mi tía organiza.-

Por supuesto, no lo olvidaría.- En mis pensamientos te agradecí por recordarme y no preguntar nada al respecto.

Álvaro te tengo que decir algo muy importante…– Cambiaste de todo eufórico a un tono deprimente.

¿Qué ocurre?-

No sé cómo lo tomaras, Samuel vino a mi casa y verás…-Pausaste un instante –Olvídalo, te diré después, adiós, te amo.- Colgaste.

Al parecer ese idiota sí lo dijo. No importaba, tu voz era más de disculpa que de reproche.

Continuaría con mi única estrategia posible, enamorarte hasta que alejes a todos y te derrumbes tú sola.

No importaba cuántas veces te fuera infiel, tu enfermizo amor jamás te permitiría dudar, lo habías afirmado en aquella carta.

Por el momento, mi única preocupación era, averiguar qué relación tenía Katherine con Samuel…

CONTINUARA ….

existen personas que no deberian de amar… Capitulo 8

img_0429

La mañana siguiente fue algo tranquila. Descartando el hecho de tener que levantar a Lisandro. Realmente tiene el sueño pesado. Pero es grato cuando se despierta y hace el desayuno.

Sonó el timbre.

-¡Álvaro!- Gritaste tan enérgicamente y me abrazaste al instante en que abrí la puerta.

Valeria… Qué gusto me da verte – Correspondí a tu abrazó y posé mi mentón sobre tu cabello. En verdad eras muy pequeña.

Sentí tu respiración en mi pecho y la suave fuerza que aplicabas al agarrar mi espalda.

Miré tus bellos ojos azuleados, rebosantes de inocencia. Tan puros e ingenuos. Uní mis labios con los tuyos, esa sensación de temor al poder percibir algún sabor de ti por fin había desaparecido. No era más que un beso sin sentimiento. Frío y sin dulzura.

Tus mejillas rojas, sólo me subían de nivel. Cada insignificante detalle que te brindaba era como colgarte una cadena más, porque la correa ya la tenías.

-Te amo… Enserio te amo– Aún no logro trascender tus sentimientos. Pero a pesar de eso, es conveniente que los tengas.

Oye Alva mira lo que…– Lisandro se detuvo, sorprendido fijó sus ojos en mí, me sonrió y miró amistosamente a Valeria.

¿Quién es?– Preguntaste observando a Lisandro irónicamente.

Ah… Él es un…

Rival para ti querida– Me interrumpió. Volteeé mi mirar hacia Lisandro. Él sólo sonrió tan abiertamente. Ese tipo no conoce la palabra vergüenza. Cerré mis ojos e inexpresivamente regresé a verte. Quiero aclarar algo, tu mirada perdida y vacía parece la de un psicópata.

… Rival… ¿Qué debería hacer Álvaro?- Y lo que es peor, tus palabras con sonante frío dan escalofrió. –¡Álvaro es sólo mío!– Gritaste y me abrazaste muy infantilmente.

¡Claro que no enana! Él es mío

¿Cómo es posible que haya terminado en esa manera?, Lisandro abrazándome por la espalda y tú por el frente.

¡Suéltale!

¡NO! Yo llevo más tiempo de conocerle… Déjalo tú.-

¡Álvaro!– Chillaste como una niña.

-A él le gustan los altos, y tu cariño eres muy baja.-

-Lisandro… ¡VETE AL CARAJO!- Te abracé más fuerte quitando a Lisandro de mi espalda.

Él sólo carcajeó.

Valeria él es un amigo de la infancia– Te dije tratando de que lo dejaras de ver con desprecio.

Pero admite que deseabas una relación conmigo– Guiñó su ojo derecho. Sentí un hormigueo recorrer mi dorso. Era una sensación de miedo y asco. ¿Qué le ocurría? Ahora era más molesto que antes.

No dijiste nada. Permaneciste callada. Lo miraste unos segundos. Volviste tu mirar hacia mí.

Enojada caminaste hasta llegar y toparte con Lisandro. Mirando hacia arriba debido a tu estatura. Mantuviste tus cejas fruncidas. Lisandro te miró un poco sorprendido.

-Te gané, Álvaro es mío– aflojaste tu ceño y sonreíste brincando. Corriste hacía mí y me abrazaste.

Pude notar la cara de alivió de Lisandro. Pensé que te habías molestado, y al parecer, creo que él pensó lo mismo.

Su sonrisa volvió y se sentó en el sillón.

Valeria Hoffman mucho gusto– Extendiste tu mano para poder estrecharla con la de Lisandro.

Lisandro Riveil un placer– Los dos se regalaron una sonrisa tan agradable.

Álvaro te traje esto– Me entregaste una bolsa blanca. Algo pesada. Con duda la tome.

¿Qué es?– Pregunté dejándola en el comedor.

Un regalo…– Sonreíste escondiendo tus manos. –Bueno me voy– saliste corriendo entre risillas, algo molestas.

Un poco preocupado y extrañado por tus acciones, le pregunté a Lisando. – ¿Qué crees que sea?

Bueno hay una carta aquí

¿Eh? ¿Qué carta?– No había notado que ese maldito había abierto la bolsa.

Él me dio la supuesta carta. La miré. Era tu letra.

Álvaro… Bueno… No sé qué escribir, no se me da muy bien. Esto…quería disculparme contigo por mi actitud tan exagerada. Tú te disculpaste conmigo aunque no tuvieses la culpa de nada.

Fui una tonta. Otra vez dejé que me metieran ideas falsas en la cabeza. Pensé que ya no me amabas y que solamente estabas jugando conmigo. Quise ignorar mis pensamientos, pero al ver tu reacción hacia mis modos de afecto, comencé a creer que era cierto. Me entristecí tanto que salí corriendo como una inmadura. No podía detener mis pies. Quería volver a entrar a tu casa y abrazarte, pero estos malditos nervios y emociones que no me permitieron regresar.

Llegué a mi casa con un aspecto terrible. Traté de limpiar mis ojos húmedos e hinchados. Imposible el ocultarlos pues mi tía, Elena, los notó. Sorprendida y un poco preocupada me tomó de los hombros y me abrazó sutilmente.

-Ya pequeña, todo estará bien- Me consolaba como si ella supiese porque yo estaba llorando.

Mis lágrimas volvieron. Nunca había amado tanto como te amaba a ti. Todo esto que sentía era demasiado nuevo y pensé que no lo soportaría.

Me recosté en el sillón tratando de calmarme. Elena se sentó a mi lado, acariciando mi cabello.

-Oye Valeria, ¿sabes lo que me anima en ese estado? – No respondí a su pregunta y ella prosiguió. –Ir de compras, ven vamos- Me levantó y medio peinó mi cabello.

Pasamos por una gran plaza y un bello parque. Había una hermosa joven jugueteando con un cachorro, no despegue mi vista de ella. Parecía muy feliz. Tanto que me dio envidia.

Suspiré y antes de dejar de observarla, vi a un joven que se le acercó. Por un momento llegué a pensar que eras tú. Que tonto ¿No lo crees? Mi mente me traicionaba. La verdad me intrigué y quise quedarme un rato tratando de averiguar si eras tú. Pero dos jóvenes se interpusieron.

-Oh mira qué monada- Dijeron los dos.

Antes de poder moverme y observar mejor al tipo, mi tía me jaló del brazo.

-¡Mira! mira Valeria que lindo vestido.-

Dejé de pensar en ello y entré a la tienda con mi tía. Dejando atrás a aquella pareja. He de suponer que ellos dos eran pareja. Fue muy infantil pensar que eras tú.

Se parecía mucho a ti, claro solo de espaldas. Si hubiese visto su rostro hubiera quedado más tranquila. Pero me dije a mi misma que era imposible que me estuvieras engañando. Me auto regañé por mi desconfianza.

Al salir de la tienda. Recorrimos un largo pasillo de franquicias.

Elena me hizo esperar en frente de un establecimiento de helados. Yo había pensado que era restaurante. Con esas decoraciones tan lujosas.

Pude divisar a la misma chica desde la gran ventana. Estaba con aquel sujeto.

La chica dejó ver su sonrisa. Oh que hermosa era. Volví a sentir celos pero ahora de su belleza.

Ella tomó un poco de su helado y lo embarro en el rostro del chico. Se escuchó una pequeña risilla de ambos. Ojalá algún día podamos hacer los mismo Álvaro. Pensé.

Una sonrisa de melancolía surgió en mi rostro. Realmente quería verte y ser feliz como ellos se veían.

Mi tía regresó y me mostró una blusa verde agua. De manga larga y floja. Era para mí. Agradecí y le pedí que nos fuéramos. La escena de esa pareja me era dolorosa.

Regresamos a casa, ya era tarde. Quise llamarte pero al instante que me recosté en mi cama, me quedé dormida.

Al otro día traté de olvidar lo ocurrido, dispuesta a disculparme contigo. Así que hice todos los deberes de la casa

El tiempo pasó y yo por fin había terminado. Miré por la ventana. Oh dios, que tarde era. Rápidamente subí a mi cuarto y me metí a bañar.

El agua estaba helada así que me duche lo más rápido posible. Saliendo me di cuenta que no había alistado mi ropa.

Recordé entonces la blusa que me regalo mi tía. La tomé y me vestí con ella. Quería apurarme así que agarré un short de mezclilla y me lo puse.

Sequé mi cabello pues seguía escurriendo de agua. Bajé las escaleras corriendo. Mi tía me detuvo y me preguntó hacía dónde me dirigía.

Tardé un poco en contarle mi problema. Miré el reloj, ya era muy tarde. Me maldije. Realmente fui una tonta. No quise mandarte mensajes o llamarte, realmente quería disculparme contigo en persona.

Sentadas en las sillas del comedor. Escuché el timbre, Elena se levantó y fue a abrir la puerta.

-Pasa cariño, pasa, te estuvimos esperando- Me entré curiosidad de saber quién era. Era raro tener visitas…

-¿Quién es tía?- Miré hacia la puerta. No podía creerlo habías venido a mi casa. –Álvaro…-Sonreí a duras penas. Me sentí triste y a la vez un poco feliz de verte. Agaché mi mirada.

-Bueno jovencitos los dejo- Mi tía se alejó rumbo a la cocina, dejándonos solos. Al volver a mirarte noté tu apariencia. Parecía que habías dormido en la calle y que un perro te hubiese mordido.

-¡Oh Álvaro!, ¿qué te ha pasado? –corrí hacia ti y te tomé del hombro. Recordé entonces cuando me empujaste, temerosa te solté.- eh… perdón- Volví a agachar mi mirada. -¿Estas bien?- pregunté.

-Claro…pequeñas complicaciones- Respondiste. Me alegré que estuvieses bien. Intenté hablar pero fui callada por el contacto de tus manos con las mías. Te acercaste a mi rostro y besaste mi mejilla.

-Perdóname fui un tonto- Susurraste, sentí un hormigueo recorrer mi cuerpo. –Sólo mírame, soy un desastre, sin ti me perdería fácilmente- Me abrasaste. Sentí mi corazón latir.

-Álvaro- Te abracé, realmente te amo. Sentí el impulso de llorar y así lo hice. Estaba feliz.

Tomaste mi rostro y me besaste, fue un tierno beso que creo una chispa de emoción dentro de mí. Me diste un sutil beso en la frente y volviste a abrazarme.

Platicamos sobre el problema. Quería disculparme pero no pude. Nunca surgieron las palabras adecuadas. El único que se disculpó fuiste tú.

Me sentí tan mal de nuevo, por haber dudado de ti aquella tarde que vi a esa joven con el chico. Sin embargo no pude disculparme en persona. Sé que no podre mirarte y decir lo siento, por eso te escribo, para pedir disculpas por mi acción tan dramática y por la desconfianza que tuve. Sé que me amas, no me ha quedado duda de eso, gracias Álvaro por hacerme tan feliz. Te amo.

P.D. Te horneé un pay de limón, mi tía me enseñó a preparalos espero y te guste.”

Sonreí terminado de leer tu tan graciosa carta. La arrugué y deposité en el bote de basura. -Lisandro… ¿Gustas una rebanada de pay?– Sonreí…

CONTINUARA…

Abraham Rocha Rdz

Existen personas que no deberian amar… capitulo 7

img_0696

Acondicioné un cuarto para Lisandro. No se podía quejar. Lo guié hasta el lugar donde el dormiría.

-Gracias por las molestias que causo. No me hubiese importado dormir contigo.- Dijo rodeándome mi hombro con su brazo.

-He cambiado de opinión. Largo- Torcí su mano derecha hacia atrás.

-Duele…duele ¡Ah! ¡Perdón!- Gimoteó.

Como sea, sólo deja de decir cosas innecesarias. –

-Lo siento- Agachó su cabeza y cubrió su rostro.

Suspiré. Antes de poder recriminar, pude observar que Lisandro soltó unas cuantas lágrimas.

Oye… ¿Estás bien?– Me acerqué a su rostro e intenté quitarle la mano de su cara.

Él me miró de manera melancólica. Intentó reprimir sus lágrimas.

¿Por qué estaba llorando? No le había lastimado tanto.

Disculpa Alva… Sentimientos encontrados- Su sonrisa volvió. Pero no era la habitual. Parecía una sonrisa llena de dolor.

Quise preguntar pero él lo notó y cambió de tema.

-Álvaro no quiero ser molesto, pero estoy cansado e intentaré dormir un poco. Gracias por todo.– Con su puño me dio un breve golpecillo sobre mi pecho. Se sentó en el extremo de la cama, mirándome, esperando a que yo saliese.

No tardé mucho en irme. Sabía que no debía insistir. Pocas veces había visto llorar a Lisandro. De esas escasas, jamás supe su motivo.

Entré a mi recámara. Me senté en la esquina frontal de la cómoda. Recargué mi nuca sobre la cabecera. Cerré mis ojos tratando de respirar más calmado.

Levemente y de manera pesada me recosté en la cama.

Cuando desperté miré el reloj. Eran las 7:20 de la mañana. Estiré mi cuerpo, bostezando incliné mi dorso hacía delante. Me paré de la cama sin mucho esfuerzo. Caminé por el pasillo hasta llegar a la habitación donde instalé a Lisandro.

Oye despierta– Toqué la puerta tres veces. Nadie respondió.

Conozco a Lisandro. Era imposible que estuviese a estas horas despierto, por lo tanto no entró ningún pensamiento a mi cabeza de que él ya estuviera levantado. Giré el pomo de la puerta y entré de manera cautelosa.

Tenía razón, él seguía durmiendo. Las sábanas estaban tiradas por debajo de la cama. Fruncí mi ceño. Me senté en el extremo de la cama. Con mi mano toqué su espalda moviéndolo de manera lenta aunque brusca. Bien sabía que él tenía el sueño pesado.

Sentí un tirón fuerte en mi brazo. En cuestión de segundos estaba recostado al lado de Lisandro.

Maldito bastardo- Dije en susurro. Él me estaba abrazando cual peluche de felpa. Seguía dormido profundamente. Aclaro que el poseía más fuerza que yo. – ¡OYE PERVERTIDO DESPIERTA! ¡LISANDRO JODER!

Escuché la puerta principal abrirse.

Álvaro te traje el desayuno– Era la voz de Isa.

¿He dicho cuánto odio mi vida?

Isa se posó en la entrada de la alcoba.

Eh… Hola Isa– No puede evitar sentir mucha vergüenza. Ella no dijo nada. Sólo se quedó observando con ojos sorpresivos.

Creo que interrumpo– Soltó de repente. Giró en 180° y estaba a punto de irse.

¡Isabel no es lo que piensas!- Grité poniéndome colorado.

-¡¿Entonces, ¿qué es lo que estoy viendo?!-

¡SOLO AYÚDAME, LUEGO TE EXPLICO!

Isabel se acercó y apartó el agarré de Lisandro con mucha fuerza. Le costó pero lo logró. Él en ningún momento mostró señal de querer despertar. Es como un oso.

Salimos los dos hasta el sofá de la sala. Me senté aliviado de ser libre.

Vi a Isa parada aún, esperando a que yo hablara sobre el tema.

-Gracias-

-Dime que ocurrió… No me digas que tú y él… Bueno… Era tu cumpleaños… Quizá su regalo fue… ¿Tomaron de más?- No quise saber qué demonios pasaba por su cabeza.

-Isa no pasó nada. Por favor no malinterpretes-

-Pero yo te vi… Esa escena era muy comprometedora Álvaro– Las mejillas de Isa se pintaron de rojo.

Sólo olvida lo que viste-

No me importa si eres homosexual, tengo varios amigos que quizá te agraden, aunque ya tienes a Lisandro– Lo dijo de una manera demasiado inocente.

. . .

Inhalé profundamente cerrando mis ojos. La miré un poco decepcionado.

Tienes razón… Para que negarlo.- Se sorprendió con mí comentario y me miró aún más confundida. –Lisandro es mi pareja

¡¿Entonces por eso Valeria salió llorando?!- No sabía que Isa te vio ayer. Tuve razón en algo, tú lloraste.

¡Isa claro que no! No soy homosexual… El idiota de Lisandro estaba dormido, yo lo fui a despertar y creo que estaba teniendo un sueño de pedófilo, es por eso que encontraste esa escena. Y lo de Valeria… Bueno, tuvimos una discusión. Iré a disculparme, por eso quería avisar a Lisandro. No pensé que todo terminara así-

Oh ya veo, comprendo. Lo siento Álvaro

Tranquila, solían decirme lo mismo en la escuela cuando me veían con él-

Debió ser horrible

En efecto, sin embargo sólo los ignoré

Bueno cambiando de tema… ¿Cómo está la mamá de Lisandro? Me enteré que se encontraba muy grave

Recordé entonces una frase que él mencionó y que yo no le di importancia. “Bueno me mudé hace ocho meses a la casa de mi madre. Ella está muy enferma, pero vine de visita por tu cumpleaños”

¡¿Cómo no me di cuenta?! Soy lo peor…

Isa podrías disculparme un momento tengo que hacer algo

Subí rápidamente las escaleras dejando atrás a Isabel. Sólo escuché cuando dijo que regresaba después.

Entré al cuarto. Lisandro seguía dormido. En serio este tipo es un oso. Volví a intentar despertarlo estando a la defensiva ante otra agarré suyo.

-¿Qué pasa Alva?– Preguntó cansado.

Eh… Me preguntaba si te apetecía ir a algún lado. Después de todo sólo estarás aquí dos días- No era el momento para preguntarle sobre su madre. Tenía que buscar otro lugar, uno un poco más adecuado, en donde pudiese sacar el tema.

-¿Te encuentras bien? – Tocó mi frente para poder descartar una calentura.

Claro que sí– Aparté su mano y le sonreí.

Macho te has resfriado

¡JODER! ¡¿QUÉ NO PUEDO SER AMABLE UNA VEZ?!

-Jaja, claro que puedes, sólo que es extraño que seas amable conmigo.

-Pues no te acostumbres.-

Vale, no hay que desaprovechar esta oportunidad.- Sonrió, su risa era diferente a la de ayer- Parecía feliz y eso me tranquilizaba. –Quiero ir a la plaza general. Recuerdo que había unos hermosos pinos, la brisa bailaba de manera exótica y única y las hojas de los árboles de jacarandas la seguían. Me agradaba contemplar esa belleza. Quisiera revivir esos momentos.– Eso fue muy polémico.

-De acuerdo, iremos después del desayuno, ¿te parece?

Por supuesto.-

Giré para irme y preparar la mesa. Cuando sentí que me tomaban de la manga de mi playera.

Gracias Alva, me alegra que no hayas cambiado.- Lisandro me soltó y se volvió a recostar.

Me sentí más culpable aún. Suspiré de manera triste y bajé a la cocina.

Terminado el desayuno. Salimos directos a la plaza. Evité comentar el pequeño drama de la mañana. Era muy innecesario.

Una vez llegando, Lisandro se instaló en una banca. No se divisaba mucha gente. El jardín era amplio, había de suponer que estaban esparcidas por los múltiples lugares.

Me senté a su lado.

¿Te acuerdas de este lugar?– Preguntó sorpresivamente.

Vivo aquí desde hace tiempo. He venido varias veces

¿Pero no recuerdas algo significativo de aquí?

Te diría que me dejases pensar, pero en verdad no recuerdo algo representativo de este lugar-

-Eres muy cruel Alva– Sonrió inclinando su nuca hacía arriba. – ¿Por lo menos recuerdas cómo nos conocimos?-

En ese momento, al ver el árbol de fresno delante de mí un inocente recuerdo olvidado invadió mi mente.

“Me encontraba sólo. Mis padres se habían ido a una importante comida, así que aproveché para salir a tomar aire fresco. Me desagrada el modo de pensar de mi padre. Siempre encerrado en la casa. Por fin pude salir a disfrutar la ventisca.

Miré a un niño llorar sentado cerca del pequeño árbol seco y muerto. Me acerqué, sus lágrimas eran constantes. Agaché para verlo mejor. Él lo notó e intentó cubrir sus ojos.

-¿Por qué haces eso?- Pregunté calmadamente. –Las lágrimas son lindas- Intenté quitar sus manos.

-¡NO ME TOQUES!- Me gritó y me empujó. Caí agresivamente. No me dolió. Él me miró preocupado y asustado. –Lo…lo siento- Se calmó y volvió a sollozar.

-Descuida, no me lastimé- Me levanté con un poco de dolor. Me senté a su lado y saqué un pañuelo blanco que Isa me había regalado. Limpié sus gruesas lágrimas.

-¿Tú también te burlaras?- Preguntó repentinamente.

Paré de limpiar sus ojos acuosos. Lo miré y sin mucha inexpresividad le aclaré. – ¿Burlarme? ¿Por qué? –

-He recibido risas y humillaciones por estar llorando.-

– Odio hacer prejuicios a primeras impresiones. Tus lágrimas tienen motivo, yo no soy quien para juzgarte- Sonreí para poder calmarlo. –Si quieres contarme para desahogarte adelante.

Él me vio. Pareciera que no esperaba esa respuesta. Había dejado de gemir.

-Mi perro ha muerto atropellado por mi vecino-

-Oh… bueno yo nunca he tenido una mascota…

-¡No era una mascota!- Alzó la voz sobresaltando.-Era mi mejor amigo

-Disculpa…- Él volvió a llorar. Vaya que la estaba liando más. En esto de las relaciones sociales no tengo mucha experiencia.

Recordé entonces una pequeña caja de dulces que llevaba conmigo. La saqué y tomé un pequeño bombón, lo introduje en su boca, sus lágrimas dejaron de salir.

-Come- Le dije sacando más dulces y dándoselos. No sabía cómo consolarlo, así que utilice el método que Isa hacía conmigo.

Él escupió todas las golosinas. Me miró y comenzó a reír. -¿Qué haces? – Preguntó entre risas. Lo miré sorprendido. No espera tan repentino cambio de humor.

-Oh… ¡Has dejado de llorar!- Exclamé.

-Eso parece, gracias.- El niño se levantó y me alborotó mi cabello. Era alto. No lo había notado debido a que estaba sentado. –Me tengo que ir, volvamos a vernos.-

-Claro, cuídate.-

Él se fue corriendo. Olvidé preguntar su nombre. Es una pena. Pensé que por fin haría un amigo.

Mis pensamientos se desvanecieron en cuanto llego Isa de manera agitada.

-¡Álvaro, oh pobre Álvaro!- Se hincó y me abrazó – Siento lo de tus padres, pero descuida pequeño yo te cuidare- No entendí de que estaba hablando. ¿Qué había ocurrido con mis padres?

No lo supe hasta más tarde que me dijeron que ellos habían chocado con un camión de carga. Lamentablemente ninguno de los dos pudo sobrevivir.

Desde ese momento, me volví alejado hacía los demás. No quería dejar entrar a nadie por temor a perderlos. Tuve severos problemas en el colegio, nadie me entendía y muchos me juzgaban. Quise por lo menos buscar al niño que conocí esa tarde de abril, pero nunca lo encontré.

Tiempo después conocí a un tal Lisandro, se volvió mi hermano mayor, él me cuidaba y me protegía“

Ahora tenía sentido de él porque Lisandro menciono eso años atrás “Me molesta que los demás se aprovechen de alguien por prejuicios” ¿Por qué no me di cuenta en ese instante? Realmente soy idiota.

Disculpa-

-¿Eh? ¿Por fin te acordaste?– Preguntó sonriendo.

… – Respondí un poco apenado.

Me alegro– Dejó de mirarme, volteó a ver el gran fresno ahora lleno de vida.

–No es el momento ni el lugar. Quizás ya es demasiado tarde, pero quería preguntar ¿cómo sigue tu madre?

Alva… ella murió hace 6 días– Dijo con su voz quebrada. –Seré sincero, usé como escusa tu cumpleaños para poder verte y desahogarme con alguien. Lo…lo lamento.– En la última frase, rodaron unas cuantas gotas de agua transparentes en sus mejillas.

Me paré de la banca. En verdad soy lo peor. Él es mi único amigo. Lo abracé. Él se aferró con sus manos a mi espalda. Tenía mucho dolor reprimido, ahora todo lo que había encerrado se estaba desbordando.

Disculpa por no darme cuenta– Lo sostuve más fuerte tratando de que no sollozara…

Lisandro y yo volvimos al departamento. Se había calmado después de un rato de desahogo masivo.

Encargué a Lisandro con Isa. Tenía que salir y disculparme contigo. No debía dejar pasar más tiempo. Comenzarías a sospechar y era lo que menos necesitaba. Suficiente había hecho con no llamarte ayer.

Supuse que ese tal Samuel no desaprovecharía la oportunidad de meterte ideas tontas en tu cerebro. Así que apresuré mi paso.

Un sabueso decidió que el mejor momento para poder morder a algún individuo, era justo cuando yo caminé por la gran calle a lado de su territorio.

Mi pantalón ahora desgarrado, ensuciado por la tierra de aquel pavimento y empapado por un charco de agua.

Juro que si alguien mi hubiese ofrecido una moneda por mi aspecto, no sabría decir de qué sería capaz.

Por fin frente a la gran casa color beige, me dispuse a tocar infinidad de veces.

Abrió la puerta blanca una señora. Debía ser tu tía, Elena, la habías mencionado en cuatro ocasiones. Por supuesto vivías con ella.

¿Qué se le ofrece joven?– Preguntó extrañada. Pude comprobar que no recibían muchas visitas, es lógico, son los típicos barrios escondidos.

Buenas tardes. Sólo venía buscando a Valeria, necesito conversar con ella. ¿Se encuentra?

Elena, me observó de pie a cabeza. Me regaló una sonrisa pícara. Jaló mi antebrazo y me adentró con ella a su casa.

Pasa cariño, pasa, te estuvimos esperando– ¿Esperarme? Rápidamente llegué a la conclusión de que tú le habías contado nuestro problema a tu tía. Elena hacía el papel de una madre que nunca tuviste. Me limité a sonreírle. Indicó que me sentara sobre el gran sofá negro de cuero.

¿Quién es tía? – Llegaste a la sala preguntando. Llevabas un muy corto short de mezclilla, una fina blusa floja verde de manga larga. Qué hermosa te veías, parecías una delicada muñeca de porcelana a punto de romperse con el suave toque de una brisa.

Empecé a odiarme, tú tienes la culpa, ¿cómo son posibles tales pensamientos poéticos?

Aparté mi vista de tu rostro. Lo cubrí con la palma de mi mano para evitar que vieras mis mejillas ruborizadas.

Álvaro…– Sonreíste forzadamente. Tus ojos mostraban tristeza, agachaste la mirada.

Bueno jovencitos los dejo- Tu tía corrió hacia un pasillo, creo que fue a la cocina. No he explorado tu casa, así que desconozco los lugares de cada cuarto.

¡Oh Álvaro!, ¿qué te ha pasado? – Abriste los ojos como platos llanos, corriste y me tomaste del hombro. Reaccionaste temerosa y me soltaste –Eh… Perdón.- Volviste a agachar tu mirada. -¿Estás bien?- preguntaste al unísono.

Claro… Pequeñas complicaciones– Me alegró ver que aún te preocuparas por mí. Todavía este juego seguía a pie.

Tomé tu mano, me acerqué a tu rostro y besé tu mejilla.

Perdóname fui un tonto– Susurré a tu oreja, haciendo que sintieras un hormigueo recorrer tu cuerpo. –Sólo mírame, soy un desastre, sin ti me perdería fácilmente– Abracé tu cuerpo. Emanabas un frágil aroma a lirios.

Álvaro…– Correspondiste a mi abrazo. Sumergiste tu cabeza en mi cuello, dejando que te consolara por tus liquidas lágrimas.

Menos mal, eras fácil de dominar. De nuevo surgió el agrado y las ansias de ver tu rostro llorar. Me emocioné. No estaba derrotado. Jamás aceptaré perder, nunca me declinaré ante algo tan estúpido como el amor.

Sostuve tu mentón. Observé tu rostro pálido y rojizo por el llanto. Qué feliz estaba de poder contemplarlo de esa manera de nuevo. Besé tus pequeños labios.

La alegría sólo aumentó cuando no percibí el sabor a fresas. El supuesto amor o agrado que te tenía estaba desapareciendo.

Besé tu frente, eso hacía que el nivel de sonrojo creciera en ti. Te abracé y pude escuchar una risilla proveniente de la esquina de la pared. Era tu tía. Se veía como una pequeña hermana espiando a la mayor.

Le guiñé el ojo y levanté mi pulgar. Ella hizo lo mismo con una ardua sonrisa y se retiró. Tu familia es igual de ingenua que tú.

Arreglado nuestro problema, me dispuse a retirarme, no sin antes degustar una rebanada de tarta de chocolate y naranja, acompañado del famoso Té Earl Grey. El sabor omnipresente del chocolate complementaba de maravilla con ese gusto tostado y abrasivo del té negro. Por otra parte esquivando ese ameno acompañamiento, tuve que responder a las incómodas preguntas personales de tu tía. Sigo insistiendo que deberían darme un premio a mejor actor…

Llegué a casa realmente cansado, a punto de desparramar mi cuerpo en el sofá de lo tan agotado que me encontraba, claro que lo haría ¡Si no hubiese sido por Lisandro que llegó y abrazó con fuerza mi débil cuerpo!

Has llegado– Su tan redundante sonrisa regresó. Bueno, por lo menos ahora su humor era diferente. Se encontraba mejor.

Sólo que había un detalle… Realmente su abrazo dolía.

¡LISANDRO MUÉRETE MIL VECES!-

¿Eh? Eso es imposible Alva…– Estiró mis cachetes como una abuela a su nieto.

¡No si invento una fórmula para revivir muertos!– Me zafé de su abrazo y lo miré con cara de pocos amigos.

Qué tierno- Enfatizó la última. –Eres un pasivo Alva-

-…-

¿Qué ocurre?

Nada…Quiero que juguemos a las escondidas

¿Escondidas?… Vale, pero ¿por qué jugaríamos a eso?

Te estoy dando oportunidad de esconderte antes de que… ¡BUSQUE CON QUE MATARTE!- Grité y golpeé su cabeza con mi puño. -¡Maldita sea Lisandro!

Jaja, ¿A dónde fuiste Alva?- Cambió de conversación repentinamente.

Suspiré y me recosté sobre el sillón.

Fui a ver a mi novia para disculparme. Tuvimos una pequeña discusión.-

Ohm… Ya veo. Tienes que presentármela algún día

¿Para qué?

Para conocer a mi rival– Se sentó a mi lado y me observó detenidamente.

Lisandro en verdad no te entiendo

Sonó mi celular en ese momento. Atendí su sonar, era Katherine.

La llamada se prolongó más del tiempo que estimé. Ella y yo teníamos tanto en común. Lisandro sólo esperaba paciente a que yo colgase.

Por fin Katherine decidió despedirse. Apagué mi móvil con una sonrisa notoria.

-¿Tu novia?– Preguntó Lisandro con ojos pervertidos.

Por supuesto– Volví a incorporarme en el sillón junto a Lisandro. No pensaba decirle la verdad.

¿Para qué involucrarlo? Pensé. No tenía caso decirle. Simplemente era un distractor más para evadir este estúpido sentimiento.

Oye Lisandro… ¿Has jugado al ajedrez?– Mi mirada se fue directo a un temeroso y frío vacío.

Muy poco– Respondió sorprendido por la pregunta tan fuera de lugar.

¿Qué es lo que hacen los peones en el ajedrez?

Defender al rey– Sonreí al escuchar la respuesta que esperaba.

 

En efecto, un peón defiende al rey contra cualquier ataque. Sin embargo hay que planear muy bien las estrategias y los movimientos.

Con certeza podía decir que tenía dos peones bajo mi custodia. Katherine y Lisandro me serian útiles.

Jamás en mi vida he perdido un juego y nunca aceptaré hacerlo…

CONTINUARA….

Abraham Rocha Rdz

Existen personas que no deberian de amar… capitulo 5

dsc_0021

El tiempo pasó tan rápido con ella, entre risas y pláticas, el ocaso cayó. La Luna dejo ver su cara blanca. La pequeña calle era pocamente iluminada.

Katherine y yo desalojamos el establecimiento. El cachorro se había quedado dormido entre sus brazos. Ella suspiró profundamente.

-Al final no encontramos hogar a este pequeño.-

El cachorro comenzó a temblar al contacto con la ligera brisa de otoño que transcurría en estos tiempos.

Me quité mi chamarra y cubrí al sabueso torpemente. Katherine sonrió divertidamente.

-Álvaro no me imagino cuando tengas tus hijos- Agregó. Tomó la chaqueta y lo enredó delicadamente para no despertarlo. – ¿Cómo le pondremos?- Preguntó de repente.

Estaba hablando en plural. ¿Qué ya no pensaba en regalarlo? Guardé silencio un momento y la miré unos segundos.

-Moka-

-¿Moka?…- Dudó por un instante. –Oye deja de ver ese cartel mientras piensas un nombre.– Rió por mi inconsciente acción. En efecto, yo miré un letrero de un puesto de café.

-Ok, pero admite que no es un mal nombre.- Metí mis manos en mis bolsillos y le sonreí.

-Quizá… Dejémosle así de momento- Me miró tiernamente y rozó con su mano suavemente a la criatura.

Entre plática que ella dirigía, caminamos por una gran calle. Con distintos árboles frondosos. La brisa le acariciaba el rostro. Su melena danzaba al compás del viento. Como si este llevara la batuta.

Katherine se despidió de mí en la vuelta de esquina. Me entregó mi chaqueta, asegurándome que ella se encargaría de protegerlo del frío. Insistí en acompañarla, pero se negó. Me proporcionó su número telefónico para volver a vernos otro día.

Vi como lentamente desaparecía entre la penumbra de la noche.

pareja

Todo había terminado mejor de lo que no creía. Volteé mi andar en dirección contraria. Los grafittis de distintos muros que pude contemplar eran tan pobres. Recuerdo que hace un par de días, hubo una disputa entre la autoridad y unos jóvenes de secundaria. Al parecer ellos habían sido los causantes de una pintarrajeada en una pared del congreso. Se defendieron diciendo que lo que ellos pintaban era arte. ¿Arte? Dejó de ser arte hace tiempo. Ahora sólo son un montón de garabatos. Es más moda que expresión.

-Ha pasado tiempo ¿verdad? Álvaro.- Una voz llamó mi atención. Con la mirada busqué de dónde provenía.

-Bastante… Lisandro- Él sonrió y avanzó hasta mí. Lisandro era un amigo de mi infancia. Era un hombre alto y delgado. Su rostro redondo y agraciado revelaba su joven edad de 21 años. Cejas pobladas y grandes. Ojos, entre amarillento y verde, se parecerían a los de un águila, eran vivos e inteligentes, expresivos y maliciosos. Poseía una nariz respingada, un poco afeminada dentro de la virilidad que sus pómulos afirmaban. Aún así lograba un encaje perfecto. Sus labios eran finos como cuchillas y preparados para una burla. El color de su cabello trigueño intenso, contrastaba perfecto con el blanco de su piel.

Vestía con una gabardina de color gris claro sin abotonar, dejando ver una playera negra entallada perfectamente. Unos pantalones negros y mocasines del mismo color.

-Creí que te habías olvidado de mí.- Recargó su brazo sobre mi hombro.

Le miré sin mucha inexpresividad. Suspiré e intenté simular agrado de encontrármelo.

-Jamás olvidaría al sujeto que me protegía en primaria-

-A juzgar por tu apariencia física, creo que aún necesitas protección.- Carcajeó un instante.

Devolví una falsa risa. Tratando de darle a entender que no me había ofendido su comentario. Es verdad, él me cuidaba en primaria. Golpeaba a los otros niños que se burlaban de mí.

“– Ahora discúlpense- Lisandro obligó a Miguel y Gerardo a pedirme disculpas por haberme empujado hacia el charco de lodo.

-Descuida, no me hice daño.- Le dije tratando de que les soltara de sus camisas. –Además no quiero una disculpa hipócrita Lisandro- Tenía ganas de llorar, pero si lo hacía sólo aumentarían las burlas. Lisandro notó mi emoción. Les dejó ir y estos no dudaron y salieron corriendo.

Me sentía muy mal por haber ensuciado mi uniforme. Tenía un ardor en la rodilla, alcé el forro de mi pantalón para contemplar cómo se resbalaban unas cuantas gotas de sangre.

Torpemente caminé al tronco del gran árbol de jacarandas del colegio. Me senté con cuidado, tratando de no flexionar mis rodillas.

Lisandro tomó un pedazo de papel y lo humedeció con un poco de su agua. Se sentó a mi lado y trato de limpiar mi herida.

-Oye… ¿Por qué me ayudas?- Pregunté mirando como él era muy cuidadoso con mi rodilla.

-Me molesta que los demás se aprovechen de alguien por prejuicios.– Respondió sonriendo abiertamente.

-No deberías, nadie te lo pagará.

Él me miró unos segundos, su mirada era muy penetrante y analítica.

-Es probable, pero no lo hago por eso. Me agradas eso es todo- Dobló el papel y se levantó, caminando a un cesto para depositarlo en él. Regresó inmediatamente y volvió a sentarse a mi lado.

-Gracias- Lo dije casi en susurro.

-No hay problema, ahora pensemos como limpiar tu uniforme. Ven conmigo.- Me tomó de la mano y delicadamente me alzo de modo que no me hiciera daño. Yo simplemente le seguí a donde me guiaba.

Llegamos a la entrada de los sanitarios. Lisandro me metió con él. Me indicó que me quitase la ropa.

Desabroché mi camisa y me la quite. Tenía muchas manchas de barro en la parte superior.

Le pasé la prenda a Lisandro. El abrió la perilla del fregadero. Metió la camisa y comenzó a frotarla con su palma. Las manchas se fueron borrando fácilmente.

-¡Listo!- Proclamó victorioso. La extendió en la barra del lavamanos y me sonrió. –Descuida no tardará mucho para que la puedas usar.-

Lisandro sacó un pañuelo y lo sumergió en el agua. Lo exprimió y comenzó a limpiar mis pantalones.

-Espera… Esto es demasiado.- Intenté detenerlo pero él me ignoró.

-No tardará mucho.- Volvió a sonreír.

-¡Estás invadiendo mi espacio personal!– Le grité empujándole de los hombros.

-Tranquilo ya casi termino.- Dijo de manera muy infantil, como si para él fuese un privilegio ayudarme. Me era muy incómoda su eficiencia.

Inhalé profundamente e intenté calmarme. Rogaba que no viniera alguien. De lo contrario pensarían otra cosa.

Lisandro terminó y me entregó mi camisa. Estaba un poco húmeda pero limpia y eso era lo que importaba.

Al ponérmela un escalofrío recorrió el dorso de mi espalda. Lisandro rió por mi pequeño brinco. Yo le retorcí su oreja para que se callase.

-Eso duele Álvaro.- Hizo un gesto de tristeza y puchero. Reí por un instante. Era muy divertido debo admitir.

Él me miró sorprendido. Como si no esperase esa acción mía. Mantuvo esa expresión unos segundos y luego sonrió muy feliz.

Desde ese momento el cuidó de mí…

-Feliz cumpleaños Alva- Lisandro me entregó una caja envuelta con un papel decorativo color rojo. Llamativo y metálico.

Lo tomé y agradecí por el obsequio. Él me miro esperando a que lo abriese. Por un momento sentí un corto y rápido Déjà vu. En mi mente apareció tu rostro sonriente, igual al que él tenía en esos instantes. Me aterré y traté de calmarme.

Miré a Lisandro de nuevo. Seguía con su misma expresión facial. Rasgué el papel del presente. Era una caja color vino. Su textura era algo rígida. Parecía hecha de cuero. La abrí sin mucha emoción.

Saqué de esta algo que me dejó sin habla. Era un marco con acabados dorados con una foto de Lisandro sonriendo. Debajo de esta decía “Feliz cumpleaños. Con cariño Lisandro.”

-Dime que te gusta. Es mi mejor pose.- No respondí al instante. Quedé atónito. No sorprendido ya que él siempre en mi cumpleaños me regalaba una fotografía suya. Ya fuese en estampado de una playera. En una taza. Una toalla o en ropa interior. El marco era nuevo. –Así no tendrás que preocuparte por mi ausencia. Puedes dormir con el si tienes una pesadilla.- Agaché mi cabeza mirando el cuadro. Se veía bien pero no considero que esto sea apropiado para un regalo. No dije nada y dejé que continuase parloteando. Me pregunto si hubiese sido mejor una almohada con mi cara… ¿Tú qué opinas Alva? ¿Quieres una donde dé un beso?

Lo voy a matar…

Metí con cuidado el portarretrato en la caja. Lo miré. Él seguía esperando una respuesta. Le sonreí de manera inocente. Con toda mi fuerza posible le aventé la caja a su cara.

-¡SERÁS IDIOTA! ¡¿POR QUÉ PIENSAS QUE QUERRÍA ESO?! ¡JODIDO BASTARDO! – Retomé mi compostura mientras él se sobaba la nariz.

-No has cambiado en nada.- Sonrió y me alborotó el cabello. Él siempre fue como un hermano mayor para mí. Pero nunca entendía su manera de pensar.

-No tienes remedio.- Alcé la caja y la guardé en mi chaqueta. Su regalo no era el mejor. Pero tampoco podía negárselo. –Déjame ver. Creó que te golpee un poco duro.- Lisandro dejó ver su nariz. Estaba un poco roja por el golpe en seco de la caja.

-Eres muy amable.- Soltó de repente. ¿Por qué lo diría? Si yo fui el que le había causado eso. Realmente no lo entendía. –Pero fue muy cruel Alva, creí que me querías.- Puso una cara de víctima y un puchero muy notorio.

Enojado le apreté la nariz y se la balance de derecha a izquierda continuamente.

-¡Ah! Eso duele.– Gritó sacando una lágrima.

-Lo sé- Le sonreí abiertamente cerrando mis ojos

-Sabes eres muy aterrador cuando sonríes y más de esa manera. Puedo ver una aura oscura a tu alrededor –

-Estás exagerando-

-Si te pones a mi perspectiva, pensarías diferente.-

-Es un poco tarde, me tengo que ir.-

Oh, claro entiendo, pero antes ¿Te importaría darme la dirección de un hotel cercano?– ¿Seré idiota o ciego? No me había percatado de sus maletas.

-¿Qué no vives aquí?- Pregunté sorprendido.

-Bueno me mudé hace ocho meses a la casa de mi madre. Ella está muy enferma, pero vine de visita por tu cumpleaños… Espera… ¿No te habías dado cuenta?-

-No-

-Le dejé encargado al recepcionista que si llamabas para saber de mí, te diera mi nuevo número. Pero tú nunca llamaste ¿verdad?- Lisandro volvió a poner su cara infantil y hablaba como si realmente estuviese llorando.

-Bueno ahora lo sé- le dije ignorando su patética actuación. –Lo que no entiendo es… ¿Por qué llegaste tan tarde?-

-Seré honesto. Tomé el vuelo equivocado.- Sonrió como si no le importase. –Me dirigía a tu departamento. Pero te encontré en el camino.-

-¿Por qué no buscaste un hotel primero? –

-Me emocioné el poder felicitarte de nuevo, que no lo pensé.-

Suspiré por su torpe comentario.

-No hay hoteles cerca de esta zona.-

-Tomaré un taxi, sólo anótame una dirección. No recuerdo muy bien esta ciudad.-

-¿Cuánto tiempo estarás aquí?-

-Dos días- contestó mirándome fijamente y sonriendo.

-Bueno no es mucho tiempo, si quieres puedes quedarte estos días conmigo.– Lisandro no me respondió al instante. Parecía pensativo. Sus ojos mostraban un vacío. Su postura era aterradora.

-Vale, acepto.- Pronto lo mencionado anteriormente cambió. Ahora era un infante. Me abrazó apretándome muy fuerte.– Sabia que te importaba.- Reía a cada segundo. Su físico demostraba a un adulto, pero su mente era de un crio.

-Oye yo nunca dije que me importas, sólo que no quiero regresar solo. Hay mucha inseguridad así que necesito que seas mi guardaespaldas. – Traté de fingir mi preocupación hacia él.

-Entiendo.- Dijo sonriendo. Tomó sus maletas y comenzó a caminar rebasándome. Le detuve y le quité una maleta.

-Rayos… ¿Cómo piensas cuidarme cargando esto? Eres un desastre.-

-Tienes razón.- Me sonrió y caminó a mi lado. –Gracias-

Silencié unos segundos. No comprendía por qué él aguantaba estar conmigo. Lo traté mal tantas veces, pero él siempre estuvo a mi lado.

Lisandro es molesto y ruidoso, sin embargo, él es mi único amigo.

CONTINUARA….

ABRAHAM ROCHA RDZ

Existen personas que no deberian de amar… Capitulo 4

 

16195960_10154792227560479_5551141838943480013_n

Agradecí y salí del consultorio con mis resultados en mano.

La recepcionista me despidió muy amablemente, por supuesto sólo levanté mi mano haciendo una señal de adiós.

Decidí irme caminando hasta mi casa. Necesitaba un momento para pensar. Quizá el viento, soplando las hojas de aquel árbol frondoso me haría reflexionar. El canto de ese pájaro tal vez me haría pensar otra cosa.

Al lado de un puesto de revistas típico de la esquinas, se encontraban regalando unos pequeños cachorros Silky Terrier. No pude pasar sin que captaran mi atención. Me quedé unos instantes observándolos, en verdad eran una monada. Me acerqué a la pequeña caja.

Eran cinco cachorros. No parecía haber cruce con otra raza. Eran de perfecto linaje.

Le hice caricias a uno de ellos, a lo cual los otros 4 se acercaron también. El pelaje de estos era fino, de textura sedosa. El más pequeño lamió mi mano e intentó morderla. Por supuesto no tenía dientes, de lo contrario hubiera aventado a ese animal muy lejos.

La joven que los estaba obsequiando pudo notar mi gran llamada de atención hacia ellos.

¿Desea tener uno? Parecen gustarle mucho los animales.-

¿Eh? No, es muy amable pero yo creo que debería venderlos. Son unos hermosos canes en perfecto cuidado. En lo personal pagaría muy bien por ellos- Dejé de acariciar al pequeño sabueso y con un pañuelo de algodón me limpié la mano donde me había mordido el más joven de los cinco.

Oh que va, por supuesto que no los vendería, debe usted saber que he empezado desde temprano a obsequiarlos. Sólo he logrado encontrarle casa a uno de ellos.- Dijo la joven mujer de cabellos oscuros y ojos grisaseos.

-Quizá no estás ubicada en la zona adecuada.- Era la verdad, estaba muy cerca de una brecha cerrada. Por lo general no deambula gente en esa calle.

-Jaja, lo sé. Confesaré que no fui cuidadosa en buscar un lugar concurrido. La caja no es nada ligera ¿sabes?- Ella poseía una hermosa sonrisa. Era muy atractiva, parecía una frágil muñeca de porcelana y con ese corto vestido de olanes color blanco, hacía resaltar sus rojos labios.

-Oh, entiendo.- Le sonreí. Recogí la caja donde los cachorros jugueteaban sin mucho esfuerzo. –Vamos, busquemos un hogar a estos pequeños.- Ella me miró muy sorprendida.

-¿Eh?… ¡EH! –Gritó- Espera no es necesario.- Tomó mis brazos tratando de que bajara la caja. Parecía un poco sonrojada.

-¿Por qué? Pensé que me habías lanzado una indirecta con tu frase “La caja no es nada ligera ¿sabes?”- Ella volvió a sonrojarse un poco más notable. Me soltó y cubrió su boca, desviando la mirada.

Te preguntas porqué causo ese efecto de ruborización en las mujeres. Yo tampoco lo sé. Isa siempre me ha dicho que soy atractivo pero tratándose de ella, siempre pensé que eran palabras amables.

-Supongo que quieres ayudarme…- Pensó un momento sin regresar a verme. –Vale te dejaré ya que pareces querer algo de compañía. Pero será a mi modo ¿Estás de acuerdo con eso? – Dijo de manera muy arrogante. Me guiñó su ojo derecho y sonrió abiertamente.

-Claro. ¿Debería llamarte Jefa?- Con tono burlón pregunté. Ella se sonrojó ahora más visiblemente.

-No… Mi nombre es Katherine.-

-Está bien, Katherine, es un placer. Yo soy Álvaro- Le extendí mi mano y ella la estrechó con la suya de manera frágil y amable, regalándome de nuevo su bella sonrisa.

-Lo mismo digo Álvaro.-

Comencé a caminar con la caja sobre mi hombro. Ella intentó igualar mi paso.

Llegamos a una plaza con un enorme jardín bastante concurrido y Katherine rápidamente me quito la caja y la puso sobre una banca vacía.

Uno de los tusos me miró como suplicándome que lo sacase de aquella gran caja. Con cuidado levanté al pequeño cachorro y le dejé que anduviera un rato en el parque jugueteando con las palomas.

No tardó para que una pareja con dos hijos quisieran a aquel sabueso juguetón.

Katherine estaba encantada de entregárselo a aquella pareja que parecía tan cariñosa y unida.

-Bien hecho Álvaro.- Dijo dándome un puñetazo en el hombro derecho. Debo decir que a pesar de su aspecto frágil y delicado, su golpe dolió.

Ella comenzó a sacar a todos los cachorros y los dejó que anduvieran paseando por el gran prado. Por supuesto sin perderlos de vista.

El segundo cachorro se fue en manos de una anciana que necesitaba compañía. Katherine no simulaba su sonrisa. Realmente estaba feliz de poder ver que sus mascotas se iban en buenas manos. No tardo para que otro de los tres pequeños se fuera con una pareja de recién casados. Katherine me sonrió y llamó a los dos cachorros hacia ella. Estos no tardaron en obedecerla, me sorprendió mucho que lo hicieran. Los tenía muy bien educados. Ella comenzó a jugar con los dos. Su risa era muy contagiosa y agradable.

-Oh… Mira qué monada.- Unos adolescentes de unos 16 años se quedaron mirando la escena de dueño y mascota unida que Katherine estaba proporcionando.

No sabría decir si ellos consideraban a los cachorros una monada por su actitud o miraban embobados a Katherine. No tarde en ponerme a la defensiva.

-Exacto son una ternura ¿Desean uno? – Sonreí cerrando mis ojos.

-¿Oye Carlos nunca has sentido como un escalofrió detrás?- Preguntó uno de ellos a su amigo.

-Ohm… Creo que sé de lo que hablas.- Me regresó a ver de manera nerviosa.

-Hola chicos, no pude notar que están interesados en uno de estos pequeños.- Katherine interrumpió el momento de tensión sonriendo de manera amable.

-¿Eh?- Dijeron al mismo tiempo, voltearon a verme. Yo aún no quitaba mi tan alegre sonrisa.

-Claro que sí… Yo quiero uno jaja. Son muy lindos ¿verdad? Francisco.-

-Sí claro… Son muy tiernos.- Acariciaron al cachorro.

-Me alegro que deseen adoptarle.- Katherine les entregó al segundo cachorrito que quedaba. Ellos lo tomaron, agradecieron y se marcharon. Sólo espero que ese pequeño canino esté bien.

Aunque cuando se fueron pude ver como ellos dos empezaron a jugar con el tuso y a pensar en un nombre para bautizarlo. Creo que después de todo no iban por Katherine.

No tardó mucho para que el Sol decidiese esconderse de la luna. Bañando a su paso con unos cuantos rayos. Mi sombra se hacía cada vez más notoria. No habíamos podido encontrar una familia para el último cachorro. Sin embargo a Katherine no le importó, parecía satisfecha de haber conseguido hogar a los otros pequeños.

Ella tomó entre sus brazos al canino, con su mano derecha lo sujetó firmemente. Comenzó a acariciarle con mucha ternura. Pude escuchar un pequeño suspiro exhausto por parte de ella.

Me senté a su lado y acaricié el lomo del cachorro, a lo que éste volteó y lamió mis delgados dedos. Tuve una sensación de cosquilleo y rápido escondí mi mano.

Katherine rió por el acto, se levantó de la banca y me extendió su mano.

-Ven conmigo Álvaro- Sujetó mi palma, jalándome un poco para que me levantase yo no puse objeción y así lo hice.

-¿A dónde vamos?– Pregunté sonriendo.

-Bueno como me has ayudado hoy, quisiera llevarte al lugar donde mi madre siempre me llevaba. Hay un puesto de helados cerca, vamos yo invito.- Respondió muy entusiasmada.

Que más me quedaba que decirle que por supuesto iría con ella.

Katherine no dejó mi mano, es más, se aferró de esta. Quien viera nuestra escena pensaría que somos un par de enamorados. No me molestó que lo hiciese me era muy agradable. Su mano realmente era suave y cálida. Las pocas veces que volteaba a mirarme, me sonreía.

Caminábamos de manera lenta como si ninguno de los dos quisiese soltar la mano del otro. Eso me causaba gracia y un poco de felicidad.

De su cuerpo emanaba una dulce fragancia, no sabría describirla, este aroma comenzaba con un olor a cerezas, después se desvanecía, dejando paso a olores florales, tal vez lilas o quizás a la flor almizcle blanca.

En todo el trayecto, sólo intercambiamos miradas y gestos de agrado. Ninguno de los dos se declinaba al dejar el contacto de nuestras manos.

Ella detuvo su caminar frente a una franquicia, con un gran letrero sobre la fachada que decía: “Less Bessones” un título muy llamativo y único. Ella insistía en seguir tomando mi mano, pero esta vez fui yo quien la sujeto más a fondo y la guié hasta la entrada.

En el vestíbulo se podían ver ocho mesas color caqui. Sólo tres de ellas tenían cuatro sillas, las demás sólo presentaban dos. Ese lugar era más un lugar al cual asistir con tu pareja.

Era un amplio lugar con una decoración extravagante, los contrastes con diversos tonos café, eran muy adecuados. Se podía percibir un ligero aroma de café y aire frío. La iluminación no era muy intensa, era de un tono amarillento combinado con suaves toques naranja, que contrastaba con el color chocolate de unas cuantas macetas.

Las vitrinas panorámicas dejaban ver una gran variedad de sabores frutales. Y sobre esta, distintos clasificados de barquillos.

Temí que no dejasen pasar al pequeño cachorro por tomar medidas de higiene sanitaria. Sin embargo me equivoqué. Nos asignaron una mesa cerca de una gran ventana.

Un joven mesero que no despegó la vista de Katherine, preguntó un poco nervioso:

-¿Puedo tomar su orden?.-

-Por favor.- Sonrió Katherine -Yo quisiera una copa sencilla de yogurt natural. Agréguele poco durazno.-

-Enseguida señorita. ¿Y usted caballero?- ¡Vaya! Volteó a verme, pensé que no había notado mi presencia.

-Sólo tráigame una copa de vainilla.- No tenía muchas ganas para un helado, era un poco tarde para consumirlo. Pero claro que no podía negarle la invitación a ella.

-¿Desea agregarle jarabe de caramelo encima?-

-No gracias así está bien.- Respondí desinteresadamente.

-¿Alguna galleta quizás?- Volvió a preguntar el mozo.

Odio los lugares donde insisten en agregar algo más a tu pedido. Me es desesperante.

-Le repito que mi orden está completa.-

-Enseguida regreso con su pedido.-

Katherine sonreía divertidamente, como si hubiese leído mi pensamiento de desesperación a las preguntas del mesero.

 

-Omitiendo eso, es un lugar muy agradable.- Dijo tranquilamente sin dejar de verme.

-No lo niego. Parece acogedor.– Le respondí muy calmado, apoyando mi mejilla sobre mi mano.

Ella simplemente se limitó a sonreírme. No podía entender cómo una simple expresión de parte de suya me hacía sentir feliz y calmado.

Katherine me miró un momento pensando, luego sus mejillas se pusieron muy ruborizadas. ¿Qué le ocurría? Me preguntaba, hasta que recordé que aún no soltaba su frágil mano.

-Lo siento- Le solté de manera apenada.

Ella no movió su mano de la mesa. Guiñaba más apresuradamente. Realmente parecía nerviosa. Sus movimientos eran un poco torpes. Tartamudeaba ligeramente.

Todo eso me causaba gracia y ternura. Katherine era muy encantadora. Era muy tierna y frágil.

Nuestro pedido no tardo mucho. Servido en una bandeja plateada. El mesero puso las dos copas cristalinas sobre la mesa. Cuidadosamente colocó las cucharas encima de éstas.

-Fue un placer servirles.- Hizo una reverencia y se retiró.

No parecía heladería, me sentía como en un restaurante de gran prestigio. Supongo que eso lo hacía único a este lugar.

Katherine tiró la cuchara al piso. Sus movimientos torpes continuaban aún. Se sonrojó por su pequeño descuido.

Me apoyé de una mano sobre la mesa y me agaché por el utensilio. Ella sólo me agradeció muy apenada. Le temblaba la mano con cada cuchareo que daba a la copa. Yo le sonreía y no le quitaba la mirada. Esto hacía que se pusiera más nerviosa.

-No me mires tonto- Dijo de manera muy infantil.

Solté una pequeña carcajada y ella me embarró un poco de helado en la nariz. Al instante tomé una servilleta y me limpié. Ella cubrió su boca dejando salir una pequeña risita.

Sentía alegría el poder verla. Me di cuenta de algo. Encontré solución a mi problema.

Katherine me hizo no pensar en ti, esto era lo que faltaba. Un pequeño distractor y ella era la clave…

Continuará…

 

Existen personas que no deberían amar… Capitulo 2

frases-de-desamor-para-reflexionar

Esta acción tuya sólo significaba algo: podía divertirme más contigo. Sonreí de sólo pensarlo…

Correspondí a tu beso, pero esta vez a mi modo. Te jalé de la cintura y acerqué tu cuerpo para que chocase conmigo.

Mi beso era desesperado, realmente estaba excitado con esa cara que tenías, cada toque de mi lengua con la tuya hacía que lloraras más.

Besé tu cuello de manera apasionada, realmente quería hacerte que recordaras por siempre todo de mí y que siempre sufrieras con ese amargo recuerdo.

-Ah… Alva…ro.- Titubeabas mi nombre.

Más, más, mucho más, quiero romper todo de ti, quiero que sufras, quiero que ya no puedas con esa carga. Quiero acabar todo de ti.

Esa noche a las 10:34 para ser exactos, estabas a punto de perder lo que siempre habías guardado con tanto cuidado.

-¿Estás bien?– Como si realmente me importase pregunté.

-Ah…Sí.- Decías a penas duras, cubriendo tu rostro que estaba demasiado avergonzado por el acto que estábamos a punto de hacer. Por primera vez serías retrete humano. Te haría mía, sólo mía.

-Du…Duele…- Te costaba hablar, debido a tu primera vez es normal que así fuese.

Las lágrimas volvieron a salir, sin embargo no pude verlas ya que aún cubrías tus ojos. Qué molesto era todo eso.

Tomé tu mano izquierda con fragilidad tratando de ocultar mi enfado.

-Valeria, sujétate de aquí.- Posé tu palma en mi hombro. Con mi otra mano tomé tu delicada mano derecha y la apreté fuertemente sin herirte de modo que tú sintieras confianza.

Gritabas mi nombre y suplicabas que te abrazara. Así lo hice.

Te tomé entre mis brazos mientras susurrabas la palabra ‘Te amo” una y otra vez, parecía que te habías sincronizado con tus lágrimas. Sentía como cada una de ellas resbalaba por todo mi hombro y recorría mi espalda.

“Muéstrame más”. Pensaba escuchando cada gemido tuyo.

¿Qué pasaría en la mañana? ¿Qué tal si alguien disidiese terminar todo?

Realmente quería ver esa reacción en tu cara, pero ahora no era el momento. Quería que sufrieras mucho más.

No podía dejar de sonreír de imaginarme tu completo dolor mientras tú dormías recostada en mi pecho.

Comencé a juguetear con tu largo cabello marrón, lo enroscaba entre las yemas de mis dedos. Era muy suave y olía bien. Era un olor embriagante debo aceptar.

Despertaste con una sonrisa estúpida en el rostro, ahora abrazándome y con la cabeza en mi cuello. Eres molesta, demasiado, pareces una niña.

-Buenos días amor- Dejaste salir de tus labios para después rozarlos con los míos.

¿Cómo es posible que hubiese alguien tan tonta como tú?

Sonreí, no por el beso si no por tu incredulidad e inocencia.

-Buenos días cariño.– Respondí dándote un delicado beso en la frente. Te sonrojaste en el acto y cubriste tu rostro con las sabanas.

Por un instante sentí un dolor en el pecho… Seré honesto me dio ternura esa inocencia que poseías por naturaleza.

Rápidamente borré ese pensamiento tan innecesario y me levanté a ducharme dejando tu momento íntimo con las sabanas.

Sumergí mi cuerpo en una tina llena de agua caliente, el vapor que emanaba de esta era muy agradable.

Cada contacto con tu cuerpo quería olvidarlo fuese como fuese. El sexo sólo es una mentira una simple farsa mal estructurada. Quizá sólo una diversión.

-Qué bien se siente.-

¡¿Qué demonios?! Pensé en esos momentos cuando te metiste y te acorrucaste conmigo en la bañera haciendo que el agua sobrepasara su límite por el peso de alguien más dentro.

-Eh…Sí claro el agua caliente es lo mejor.- Maldita sea.

¿Qué intentabas hacer?

-¡Oh por dios! Amor estás sonrojado, jaja. Eso déjamelo a mí.- Dijiste giñando tu ojo derecho de manera seductora.

Maldición tenías razón, estaba ruborizado, ¿Qué esperabas? Soy un hombre y el acto que acababas de hacer era muy inesperado y vergonzoso.

¿Qué les pasa a las mujeres hoy en día?

Sonreías tan dulcemente, suspirabas tan abiertamente.

Y tú corazón… ¡por dios tu corazón! Parecía que un baterista profesional estuviese tocándolo. Podía escuchar cada bombeo de sangre que daba; era muy rápido y pesado.

Oh quizá… ¿Era el mío?

¿Qué demonios estaba pensando?

“Reacciona Álvaro sólo pasaste una noche con ella” Quería que esa frase rebotara en mi cabeza.

Al tener relaciones siempre fue indiferente, nunca me importó nada, siempre me lanzaba al precipicio y después huía. ¿Qué era diferente en esos momentos?

Maldita sea de nuevo el pecho me dolía.

Por si fuera poco apestabas, ese jodido olor que emanaba de tu cuerpo no podía dejar de percibirlo.

¿Pero que estaba diciendo? Pareciera que fuera un sabueso.

-¡¿Pero qué?!-

Hubiese pensado otra cosa con todos esos pensamientos intrigantes en mi cerebro si no hubiese sido por la fuerte erección que me dio y tu acto seguido; un fuerte grito desgarrador.

Menos mal que me habías quitado esos pensamientos, aunque sigo opinando que la cachetada que recibí por parte tuya era muy innecesaria. Fue tu culpa para empezar.

No entiendo la función del cuerpo y creo que jamás lo haré. Es decir, no me cabe en la cabeza que haya personas que se odien pero puedan entregarse de manera sexual por el simple hecho de placer.

Tú no me odias, me repites tantas veces que me amas que es imposible pensar tal sentimiento hacia mí, es por eso que entregaste todo ayer.

Sin embargo yo te desprecio y me repugnas, A pesar de eso mi cuerpo reacciona ante ti. Es ahí donde no comprendo.

-¡Eres un idiota! Como puedes pensar en esas cosas sabiendo que sigo muy sensible.– Dijiste de manera muy caprichosa e infantil.

Enserio nunca me cansaré de decírmelo; en verdad te odio.

Pero no importaba en esos momentos, ya te haría sufrir más tarde.

El día transcurrió de manera normal, quitando tus golpes cada que me intentaba acercarme a ti.

-¡AH!… ¡NO TE ACERQUES!-

En verdad deberían darme un premio por haber seguido con mi farsa.

Caminabas muy tímidamente con las manos juntas, como tratando de ocultar algo.

Me mirabas de reojo y cuando te regresaba a ver, volteabas rápidamente y te sonrojabas. Por unos segundos sentí un acto involuntario.

Sonreí… ¿Sonreí?

“Tengo que acabar con esto”. Pensé después de esa traición de parte mía.

82831-tumblr_lg26wz7zht1qgl13mo1_500

Podría perder todo lo que hasta ahora había hecho, por una simple confusión. Tengo que aprender a controlar mejor mis acciones, no quiero que mi cerebro sea monótono sin mi consentimiento.

¿Qué debería hacer? Si terminaba ahora contigo, tu mente tan pequeña imaginaria que sólo te ocupé de objeto sexual. Igual sufrirías pero lo olvidarías muy rápido y lo dejarías en una pequeña experiencia del pasado.

Yo quería que sufrieras más. Que fuese inolvidable. Quería enterrarte una espina que siempre sangrara en tu corazón y nunca pudieses ser feliz.

Mis acciones ahora fueron cambiando. Era más detallista a la hora de un regalo, te decía más seguido una frase sin valor para mí.

-Te amo y siempre lo haré- Ésta última, siempre la hacías terminar con muchos besos empalagosos.

Pase más horas contigo, evité a mis amigas y amigos, para hacerte creer que en mi mundo sólo había espacio para ti.

Tuviste muchos pretendientes que intentaron alejarte de mí.

Te dijeron tantas cosas ciertas mías.

“Él está engañándote con otra; No te conviene sólo juega con tus emociones; Sólo te utilizó”

Dejémoslo en un etcétera.

Nunca las creíste, pensabas que eran típicas frases de pretendiente celoso.

Pobre ingenua, si hubieses escuchado a uno de ellos, mi plan se hubiera derrumbado y todo mi tiempo que dedique en formularlo sería en vano.

Tu mejor amigo, ese bastardo de Samuel, sabía todo lo que yo intentaba.

Aún recuerdo cuando se enteró.

Te desprecio y créeme que mucho, pero ella ha te ha escogido y no puedo hacer nada, sólo te pido que siempre la cuides y nunca la lastimes-

-¿Crees que realmente me interesa? No eres nadie para ella y aunque lo fueses no te haría caso, ella solo es una pieza en mi tablero.- Solté sin preocuparme a su reacción.

-¿De qué hablas?- Otro estúpido en el planeta, perfecto.

Creo que es más que claro, ella es mi sujeto de observación. Quiero descubrir hasta dónde puede llegar la cordura humana con el simple hecho de enamorarse.- Decidí que sólo Samuel supiera eso de mi propia boca. Deseaba ver la reacción que tenía.

Él estaba perdidamente enamorado de ti, pero tú siempre lo viste como un amigo.

-Esto no se quedara así, no permitiré que la hieras. Un bastardo como tú no merece verla sonreír- Dijo de forma asesina.

Me tomó de la camisa y me alzó, mostrándome su puño de manera amenazadora.

-Adelante hazlo, golpéame, esto me dará puntos sobre ella y a demás por fin te hará desaparecer de su vida por herir a su amado novio.- Sonreí cuando su semblante cambio a una cara sorpresiva y analítica.

-Maldito…- Me soltó de la camisa y se sentó en una banca de la plaza con las manos en el rostro, tratando de ocultar las ganas de asesinarme.

Suspiró tratando de que todo su cuerpo y su mente se calmaran. Esto era realmente grandioso, ahora tenía a dos personas de prueba.

La primera sufriría la perdida de alguien que amaba hasta el borde de morir y la segunda persona, sufriría de un amor no correspondido y viendo sufrir a su amada con alguien que jamás la querrá.

Samuel seguía sin dejar su rostro aún sentado en la banca.

Decidí irme, no había nada más que ver ni que decir por parte mía.

Tomé mis cosas y comencé a caminar por el trayecto rumbo a mi casa.

-Ella se dará cuenta, independientemente sin que le diga, no es tan tonta como crees, Álvaro…

Me detuve al escuchar sus palabras, volteé a verle y le sonreí tan felizmente.

-Entonces debo darme prisa en mi propósito, gracias por el consejo eres un buen amigo.-Retomé mi camino y pude escuchar como Samuel golpeó fuertemente la banca.

Interesante amigo tenías Valeria. Aunque me deprimí cuando no te dijo nada de nuestra pequeña charla.

Realmente me hubiera gustado ver cómo te ponías de parte mía. Porque a decir verdad yo sabía que así sería. Creo que él también lo intuyó, debo reconocer que es un poco listo.

Por fin apareció otro jugador en mi ajedrez.

¿Qué tanto duraría dentro del juego? Esperaba que mucho, ya que ahora con él dentro, las cosas serían más interesantes…

Abraham Rocha Rdz

 

Existen personas que no deberian de amar…. Capitulo 1

Quizás al

principio te

detesté… Para

ser sincero odié

tu manera de

ser. Me parecía

demasiado

ruidosa y

molesta.

Fotografia: José Novelo

Fingía una sonrisa de agrado por mi presencia, pero la realidad no fue a si llevabas prisa y no era nadie en tu vida,  siempre me molestabas con tonterías y reiamos. Lo dejaba pasar ya que desde que te conoci me encantaste en pocas palabras asi empezo todo

Desde la primera vez que te conocí lo supe, me habia enamorado de ti, tus gestos y tu mirada te delataban. Intentaba pasar el mayor tiempo posible conmigo.

A pesar de mi descubrimiento no me importaste, no te dediqué ningún pensamiento, pero las conversaciones fueron creciendo pero mi corazon ya pertenecia a otra persona aunque lejos estaba no me importaba.

Tenía dos opciones cada vez que lo hacías. Ignorar y aceptar. Pero sabes algo, siempre aceptaba tus llamadas. Quizás sólo lo hacía para reírme de ti. ¿Con qué me sorprenderías hoy? Me preguntaba siempre.

Esa charla terminaba en peleas y discusiones. Eso era lo que tú querías, agradece que te cumpliera tus deseos.

La más graciosa de tus acciones, fue cuando pediste ayuda a un amigo mío para confesarme tus emociones. ¿Crees que yo no los sabía? Siempre los supe.

Tus mejillas ahora pintadas de carmesí y una mueca de timidez rebosaba toda tu cara.

-Tú me gustas- Soltaste de repente agachando tu pálida cara con toques de ruborización excesiva.

Era por fin mi momento de alejarte de mí, destrozar tu pequeña mente con crueles palabras y demasiado desprecio. Todo lo que alguna vez encerré en mi mente y que siempre te quise decir saldría por primera vez.

Sin embargo, aún agachada, pude divisar como caían unas cuantas lágrimas de tu rostro esperando una respuesta. Contuve aquellas palabras que esperaba decirte.

Sonreí para mis adentros. ¿Realmente me amabas?

Interesante. Pensé.

Te abracé y te susurré un: Lo mismo siento por ti.

Sentí como te sorprendías como si no esperaras mi respuesta, decías mi nombre una y otra vez. Que gracioso no podía contener mi sonrisa.

La única razón de que yo aceptase tener algo contigo, fue que quería jugar con tus emociones. ¿Cuánto podía ilusionarte con palabras amables?

Ese día te dediqué todos los pensamientos, quería enamorarte más y más. Quería ilusionarte y que tú imaginaras un futuro a mi lado, para después romper todo lo que tenías. Me emocionaba el simple hecho de imaginar ese día.

Realmente te odiaba, odiaba tu sonrisa cada que te veía, tus pequeños caprichos, tus celos y sobre todo tu amor.

Te amo mucho Álvaro eres todo para mí.- Decías una y otra vez.

-Yo más mi pequeña– Mentía siempre, mi objetivo se estaba cumpliendo. Toda palabra que yo te dijese era motivo de una estúpida sonrisa en tu rostro y un rubor inimaginable.

Tú creías cada frase de mí, confiabas en mí, lo más importante era que me amabas a locura.

Tuve muchas ideas de enamorarte más y hacerte creer que me estabas perdiendo dándote celos con amigas que fui conociendo.

-Vete con Itzel tu mejor amiga anda- Tus reacciones eran graciosas pero no podía perderte, es más, esto me daba mucha ventaja de irte destrozando tu corazón poco a poco.

-Amor yo sólo te amo a ti, ella es una amiga, tú eres mi luz que me va iluminando y que me ha salvado siempre.- Por ti tuve que volverme cursi en mis mentiras, todo un poeta. Te las creías y siempre te disculpabas por reaccionar así.

Intentaste darme celos dos o tres veces.

Él es Samuel, es mi mejor amigo y siempre puedo contar con el cuándo tú no estás.-

Eras demasiada obvia y me daba gracia todo eso, pero claro no pude decir que no me importaba, porque en esta mentira mi rol era estar enamorado de ti.

Él es buen chico ¿no? Pareciese que él te merece más que yo, supongo que es lo que me tratas de decir.-

Haciéndome el celoso ganaba puntos y estabas cayendo más rápido en mi trampa. Tú misma fuiste haciendo tu red.

Ese tal Samuel te amaba, yo lo veía en el modo en que me odiaba y en el que te miraba, sin embargo tú no te dabas cuenta.

El día que él te propuso dejarme tu inmediatamente dijiste que no.

-Lo siento, mi corazón sólo pertenece a Álvaro.-

Heriste sus sentimientos y para compensar mis “celos” rompiste todo contacto con él. Esto era perfecto, lastimaste a una persona sólo por mí, por fin te tenía colgando de mi meñique.

Para hacer que me amases más, decidí frecuentarte poco para que las ansias de poder verme se hicieran más grandes. Y así fue, poco a poco te ibas hundiendo en una depresión de amor.

Tuve ciertos contactos que me ayudaron a saber cada una de tus emociones. Me enteré que seguías teniendo comunicación con ese tal Samuel ya que sentías una fuerte tristeza de un amor no correspondido. Vaya eras más lista de lo que pensé, tu corazón, por así decirlo, intuía falso amor de parte mía.

Antes de que tu fueses la que me declararas como te sentías y que todo se fuese por la borda decidí terminar de cierto modo con la farsa antes que tú. Deseaba hacerte sentir culpable.

Te mentí como siempre.

-Valeria, tenemos que hablar.- Tu rostro se puso pálido y me miraste con esos ojos azules tan bellos, no mentí cuando dije que realmente eras hermosa. -Me es difícil decirlo pero no soy el indicado para estar a tu lado, quiero que seas feliz y siempre sonrías. Temo que yo no soy aquella persona que te pueda hacer feliz, tu amigo Samuel parece sacar las sonrisas que yo no pude.-

-¿De qué hablas Álvaro? Él…Él sólo es un amigo…– ¡Ja! Fue más fácil de lo que me imaginé, ni siquiera había terminado de soltar mi actuación y tus ojos ya se habían puesto muy acuosos.

-Valeria… Realmente quiero que seas feliz, además temo que este es el fin, no podré verte nunca más, debemos seguir, te aseguro que estarás mejor con él.- Terminé mi actuación ensayada y repasada días atrás. Incluso ya sabría tus respuestas.

-Por favor no me dejes, eres todo para mí, sin ti… Sin ti yo me moriría.-

No pude evitar reírme en mis pensamientos, esa última frase no me la esperaba, si hubiesen caído lágrimas en esa última sería una novela bastante graciosa.

Lástima que las soltaste después de 5 minutos de silencio.

Te cubriste la cara tratando de que tus lágrimas ya no salieran. No puedo creer lo feliz que estaba, realmente me gustaba ver esa expresión en tu rostro.

-Lo siento…- Dije como si yo también estuviese dolido y me marché, para ser sincero no quería irme, deseaba ver más y más tu rostro lloroso. Gritabas frenéticamente una y otra vez mi nombre, sin embargo no volteé ni una sola vez ya que aquella sonrisa que sobresalía de mis labios no podía ser parada. Sin embargo, fui detenido de repente por una pequeña mano que se aferraba a mi chaqueta.

-No te vayas…- Traté de quitar mi sonrisa del rostro pero fue imposible, así que hablé sin voltear a verte.

-Es lo mejor para los dos.– Mi voz sonaba triste ¿Qué esperabas de una actuación muy bien ensayada?

De verdad deseaba voltear, sólo para poder ver ese rostro que tanto me gustaba. Ese, tu rostro sumergido en tanto dolor.

-¡No lo aceptaré!- Alzaste la voz y corriste para ponerte frente mío.

Demonios. Pensé, yo seguía sonriendo, pero al parecer tú no lo viste ya que cerraste tus ojos, donde aún brotaban esas lágrimas tan saladas y me besaste. Debo admitir que fue un beso muy tierno y frágil. Me habías tomado de sorpresa, pero no importaba, podía ver tu rostro más de cerca.

La vista de esas mejillas rojas y bañadas con ese líquido reprimido era sumamente bella.

Esta acción tuya sólo significaba algo: podía divertirme más contigo. Sonreí de solo pensarlo…

Abraham Rocha Rdz

Las razones para llamarte amor

wp-1479740515758.jpg

Entendí que todo pasa por algo, que lo único realmente importante es la posibilidad de estar con tu amor. 

Muchas personas se sorprenden al saber que mi sentimiento por  ha crecido apesar de estar lejos  no es para sorprenderse después de que la gente se olvido lo que es un verdadero sentimiento… muchos dirían que lejos no es posible y yo se que tu lo crees pero no te cierras a la posibilidad de estar juntos.

Te llamo amor porque has logrado ganarte tan especial y hermoso sobrenombre. Te llamo así porque después de muchos años he logrado reconocer tu voz en medio de muchas otras voces. Decido decirte así porque cuando veo tus grandes y redondos ojos cafés, me dices mucho sin decir una sola palabra. Me has hablado de esperanzas, de sueños y de proyectos.

Con sólo una mirada logras que un fatal día se convierta en algo más, en algo mejor. Eres el hombre que me envuelve en perverso y que locamente me regala los besos que no quiero dejarte de dar.

Eres mi amor, porque eso me has dado. Arely Parra