Samuel me cogió de la camisa bruscamente.
-¿Por qué?… ¿Por qué lo haces?- Murmuró con la voz quebrada y sollozante.
-Porque odié el día en que se cruzó en mi camino…-
“-Maldita sea, de nuevo es tarde- Salí corriendo por el pasillo de la universidad. Me pregunto si el corredor es un buen sitio para pasar el rato, había demasiados estudiantes.
¿Cuántas veces he llegado tarde a la clase del señor Francis?
¿De nuevo tarde?, ya oía la típica frase cantora y burlona. Joder, estúpido despertador, no sirve de nada. Ah no espera, el idiota fui yo, olvidé ponerle am, en su lugar puse pm. Qué hilarante suena.
Lo único que me queda es apresurar mi paso. Vamos Álvaro tu puedes. Ánimos, sí eso era, necesitaba ánimos.
Eché mi paso andar velozmente, esquivando al equipo de Fútbol americano. Malditos, no están en edad de crecer así de tosco. Bestias han de ser. ¿Y por qué las porristas deciden hacer piruetas a mitad del pasillo? Cabelleras rubias y pelirrojas golpean mis ojos.
-Hola Alva- Casi en coro. Qué molestas son, con sus voces chillonas.
-Hola Violeta, Hola Cassie, Hola Itzel, Hola Iris- sigo dándome regalías por haberme aprendido todos sus nombres, y por poder decirlos rápidamente.
Oí risillas y murmuras después de mi saludo. Las chicas no me interesan. No por ahora. Todas ellas son ruidosas y engreídas. Deseaba salir de la universidad de Galo, lo antes posible.
Rezando por no encontrarme con la ‘reina’ del instituto.
-Hola Alvarito- Maldición. Y es por eso que dejé de creer en un dios.
-Hola Rosalía- Sonreí falsamente, tratando de quitar su mano de mi corbata. Su rostro demasiado cerca me era incómodo. Ella es bella, se siente superior, ese lindo rostro no estará por siempre, aun así, Rosalía lo ignora, y piensa que todo el mundo la adora. Todos excepto yo, por supuesto. Nunca me ha interesado alguien así de patética.
-Te he dicho que me llames Rosa cariño- El olor de durazno que emite es muy fuerte, y provoca nauseas.
Sentí miradas que hicieron mi cuerpo erizarme. Tengo suerte que ninguno de esos tipejos me hayan asesinado.
-Rosalía perdóname, voy tarde a la clase de biología.-
-No se dará cuenta cielo- Me dio un beso en la mejilla. Joder, el brillo labial de sus labios, dejó pegajoso mi pómulo.
-Disculpen- Rosalía y yo volteamos a mirar. Era una linda chica, tez blanca, casi pálida, cabello castaño y unos bellos ojos azulados, es como yo describiría lo más resaltante de ella. Jamás la había visto en el instituto Galo. Rosa la miró de pie a cabeza, creo que ella tampoco le conocía.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?- Como si fuera un guardia que acaba de encontrar a un intruso en propiedad restringida.
-No sé a qué te refieres, yo siempre he asistido a este colegio- Respondió enojada, me miró unos segundos y de nuevo regresó su mirar hacia Rosalía. –Él es mi novio, te pido que le sueltes.-
¡¿Novio?! ¿Qué demonios estaba diciendo esa pequeña?, sí pequeña, demasiado baja de estatura. De seguro es como Iris y Violeta, contando a todo el colegio que yo salgo con ellas. Puras mentiras de chicas necesitadas.
Rosalía me miró, divertida rió.
-Sí claro bajita, alguien como él jamás saldría contigo. Tendrás bello rostro, pero dáte cuenta que es lo que tiene a mi lado.-
No sé qué intenciones tenga esa chica, aunque me moleste admitirlo, es preferible en estos momentos seguirle la farsa. Espero por su bien que se dé cuenta que Rosalía jamás se lo perdonara.
-Basta Rosalía, es verdad ella es mi novia- Hice un lado a Rosa y tomé de la mano a aquella joven.
-Gracias, hasta ahora me defiendes Álvaro.- Ella me abrazó. Espera… ¿dijo mi nombre? ¿Cómo diantres lo sabe?
No tarde en pensar que ella era igual a las demás. Otra acosadora en mi vida.
-Dime que esto no es verdad Crowley- Rosalía, miraba con cierto desprecio a la chica. Temía que me preguntase su nombre. Podría inventar uno, y claro ella seguiría el juego, pero si Rosa investigara sobre ella, lo lamentaríamos los dos.
-Es la verdad- Correspondí al abrazo, sentí como su cuerpo se estremecía. Al final me arrepentiré, lo sé. En estos momentos ella es mi único escape.
Rosa molesta continuó su camino.
-Te debo una- Le sonreí y la dejé de abrazar. Sentí como ella se aferró a mi espalda. Tenía los ojos cerrados, los apretó haciendo una mueca de pequeña.
Me resigné, tenía que hacer lo mismo que hacia cuando Iris me abrazaba.
La tomé de la barbilla y besé su mejilla. Sería muy problemático que me amase. Nunca te correspondería. Pensé
Ella con ojos acuosos sonrió.
-Perdona pequeña, pero llego tarde a una clase, te veré luego- Creí que me desharía de ella. Creí que jamás le volvería a dirigir la palabra.
-¿Iras a la clase del señor Francis?- Dijo calmadamente siguiendo el ritmo de mis pasos.
-¿Eh?, si así es. ¿Cómo lo sabes?-
-Tenemos el mismo horario Álvaro- Siguió avanzando mientras yo me detuve en seco. ¿Desde cuándo ella era mi compañera? -¿Qué ocurre?- Preguntó sorprendida.
-Lo siento, no recuerdo haberte visto en las clases.- Ella me sonrió, y me tomó de la mano. –No destaco mucho.-
Dejándome llevar por todo el pasillo, pude escuchar muchos murmureos. Debí de haberle soltado de la mano, pero aún seguía anonado.
Abrió la puerta del aula. El señor Francis aún no estaba presente.
-Valeria pensé que no regresarías, saliste sin avisar.- Se acercó una joven de tez morena y grandes ojos marrón. Cabello negro y lacio amarrado por una liga. Su nombre era Carolina, a ella sí que le conocía. O bueno, por lo menos sabía de su existencia en esta clase.
-Lo siento- Rió disculpándose.
-Bueno eso no importa, pero dime algo, desde cuando te llevas tan bien con el príncipe.- Nos albureó y sonrió pícaramente. Joder seguía tomando su mano. Valeria la soltó rápidamente y agachó la cabeza.
-Lo conocí hoy- Sus mejillas se tornaron carmín.
-Disculpa, ¿me llamaste príncipe?- Pregunté ignorando la reacción de la pequeña.
-Así es Álvaro, supongo que no te has dado cuenta de tu apodo.- Respondió Carolina
-Lo siento, no presto mucha atención.-
-Si me he dado cuenta de eso, de ahí tu apodo, príncipe. Eres el tipo soñado de casi todas las chicas de Galo.-
-Ya veo.-
La morena sonrió, era la primera vez que hablaba con ella.
-Valeria ¿por qué saliste?- Le preguntó.
-Bueno… faltaba alguien en la clase, el señor Francis le advirtió a Álvaro suspensión si volvía a entrar tarde. Sólo me preocupé-
Ahora que lo pienso, gracias a ella me liberé de Rosalía. Es cierto que le debo una.
-Pudiste a verme dicho, el señor Francis me avisó ayer que faltaría, te pudiste haber ahorrado la búsqueda del príncipe, y esperar que llegase.-
-¡Pero si no, ella lo hubiese…! Perdón- Bajó la voz avergonzada. Carolina se sorprendió un poco. – Si no hubiese buscado quizás nunca habría tenido la oportunidad de conocerle.-
Me sorprendí un poco por su respuesta. Muchas chicas se acercaron a mi sin ninguna estrategia, otras tropezaron intencionalmente conmigo, pero ella, ella esperó una oportunidad. Por un instante me conmovió.
-Bueno no es una excusa muy válida, pudiste haberle hablado como lo hago yo ahora.-
-¡Pero!… Lo sé…- Si dejara de ser tan ruidosa y escandalosa, podríamos haber sido amigos.
Carolina sonrió divertida. Conversamos un poco. Valeria tomaba más confianza a cada palabra.
-Caro ¿vienes?- Le invitaron un grupo de chicas y chicos. Ella afirmó y se despidió. Dejándonos solos.
-Álvaro, lo siento, fui un poco atrevida.-
-¿De qué hablas? Gracias a ti me libre de un ser comido vivo.- Valeria soltó una risilla.
-Tu rostro demostraba que no querías, pero igual no debí…-
-Gracias- La interrumpí. –Mi nombre es Álvaro Crowley aunque creo que no hace falta presentación, es un placer.- Le extendí mi mano.
-Valeria Hoffman, el gusto es mío.- Estrechamos nuestras manos y compartimos una sonrisa.
Quizás mi error fue ese. Ser amable con ella por un simple acontecimiento.
Ella volvió un desastre mi vida. Todo el tiempo, ella quería estar cerca de mí. Alejó a la mayoría de mis acosadoras, pero en cambio, se volvió todas ellas en una sola.
La detesté, odié su manera de ser. Fingía una sonrisa de agrado por su presencia, siempre me molestaba con tonterías de toda una cría. Lo dejaba pasar ya que nunca me importo la gente estúpida como ella.
A pesar de ser consciente de sus sentimientos, nunca le di importancia.
Lo peor de todo era que estaba metiéndose en mi vida. Era torpe y escandalosa. Sin embargo me sorprendía cada que intentaba llamar mi atención. Llamadas, mensajes, cartas, avales, indirectas, miles de excusas para hablarme o para discutir.
Era divertido, pero aun así me molestaba. Quería deshacerme de ella lo más pronto posible. Pero quería que se diera cuenta de todo mi enojo reprimido. Quería que sufriera, porque la odiaba.
Odiaba que su amabilidad penetrara mi barrera. Mi muro… aquel que me ayudó a no volver a querer… Ella lo estaba logrando, estaba haciéndome sentir calidez. Tenía que hacerla desaparecer, dándole a entender mi odio, para que nunca se me acercara.
Creí que nunca lo lograría hasta que el día finalmente llegó.
-Tú me gustas- Soltó de repente agachando su pálida cara con toques de ruborización excesiva.
Era por fin mi momento de alejarla de mí, destrozar su pequeña mente con crueles palabras y demasiado desprecio. Todo lo que alguna vez encerré en mi mente y que siempre le quise decir saldría por primera vez.
Sin embargo, aún agachada, puede divisar como caían unas cuantas lágrimas de su rostro esperando una respuesta. Contuve aquellas palabras que esperaba decirle.
Sonreí para mis adentros. ¿Realmente me amaba?
Interesante. Pensé.
La abracé para finalmente susurrarle. –Lo mismo siento por ti-“
-Si ella nunca hubiese interferido, sería tuya- Caminé en dirección recta, dejando a Samuel, anonado.
Sentí una mirada, no era la de él, era una mirada de unos ojos azules, una mirada triste y llorosa. Tu mirada Valeria.
CONTINUACION….
ABRAHAM ROCHA RDZ